martes, 17 de agosto de 2010

El monasterio de Santa María de las Huelgas Reales de Burgos

Esta semana pasada cometí una de mis locuras: un viaje relámpago a la cuna de Castilla, la ciudad de Burgos. Trescientos y pico kilómetros en un seat Ibiza bastante parcheado pero que respondió como un jabato tanto a la ida como a la vuelta. El objetivo: visitar el monasterio de las Huelgas Reales, algo así como el Poblet castellano, el mausoleo donde descansa la flor y nata de la monarquía de Castilla, más concretamente el rey don Alfonso VIII ("el de las Navas") y su esposa la reina doña Leonor Plantagenet de Inglaterra. Claro que lo que yo pretendía ver, especialmente, era el Museo de Telas Medievales con el ajuar funerario del infante don Fernando de la Cerda (hijo de Alfonso X "El Sabio"), el de su hijo el infante don Alfonso y el de la reina doña Leonor, que para eso la ropa medieval nos tiene a maltraer con el tema de las sayas, briales, pellotes, capas, cinturones, birretes, crespinas y demás zarandajas. Quién iba a decirlo: a los 44 años y convertido en una marujona que consulta catálogos de moda. Aunque sea del siglo XIII...

Sin embargo, la visita merece mucho la pena y no sólo por el extraordinario Museo de Telas, al que se accede al finalizar el recorrido. El monasterio fue fundado por los reyes don Alfonso y doña Leonor bajo la advocación de Santa María, en 1180, y tuvo como finalidad la de servir de descanso o reposo ("huelga") a los monarcas tanto en vida como tras la muerte, ya que se hicieron depositar en sus naves los sepulcros de ambos y de varios miembros de la familia regia. No obstante hay otra teoría que señala que el edificio se alzó en una finca dedicada a la cría de animales no destinados al consumo o a la caza, es decir, a animales "de huelga", de ahí el nombre del monasterio. Un poco forzado ¿no? A mí, qué queréis que os diga, me convence más la primera explicación. En cualquier caso parece estar descartada cualquier implicación de CC.OO. o la UGT en la fundación del cenobio...

Hoy, como hace 700 años, está bajo la regla del Císter y en él profesan docena y media de monjitas de clausura de dicha Orden, si bien el monasterio, por ser fundación real, pertenece al Patrimonio Nacional. La mayoría de las edificaciones (es un monasterio de dimensiones espectaculares) data del siglo XIII aunque se conservan algunas capillas (la de Santiago, por ejemplo, mudéjar) y un hermoso claustro románico ("las Claustrillas", por sus dimensiones más reducidas) del último tercio del siglo XII. Se accede desde un hermoso arco de piedra al patio interior que conduce al pórtico O., donde se encuentra una bellísima portada gótica con las armas de Castilla y León en sus arquivoltas. Hay que decir que, para no perder mi inveterada costumbre de ser "antes muerto que sencillo" y con el precedente de Anento, Peracense y mi novedosa defensa de la programación didáctica de modo poco ortodoxo, me vestí mis ropas monacales durante toda la visita, causando en el público y en la guía del monasterio la sensación que podéis imaginaros. No sé si pensaron que estoy loco o que soy una especie de genio incomprendido, pero me da exactamente igual: allá se fue el Enrique vestido de monje benedictino, con su bastón en la mano derecha y su anillaco en el dedo anular, bendiciendo al personal a diestro y siniestro. Y que salga el sol por Antequera, qué coño. Lo pasamos de maravilla y la gente disfrutó viendo todo aquello con la ambientación adecuada...

Entramos en el crucero de la iglesia monacal (es de planta de cruz latina) y contemplamos todo aquello con verdadero interés mientras nos explicaban las reformas que en siglos posteriores se hicieron en la iglesia, tapando con un muro los arcos de acceso a la nave para salvaguardar la clausura de las monjas cistercienses. En la nave de la izquierda pudimos ver el sepulcro del primogénito de Alfonso X, el infante don Fernando de la Cerda (así llamado por la verruga pilosa que "adornaba" su cara o por tener un cabello espeso, duro y rizado, quédese cada cual con la explicación que quiera), el único intacto tras los estragos y rapiñas de la invasión francesa de 1808 porque a su lado se encontraba la tumba de su hijo el infante Alfonso (también llamado "de la Cerda" por heredar el mote del padre, supongo) y los soldados gabachos tumbaron la pesada tapa de piedra de ésta sobre la del padre, impidiendo así que fuese saqueado el sepulcro. Este es el motivo por el cual se conservan perfectamente todos los maravillosos ropajes que vestía el infante don Fernando en el momento de su muerte, muy jovencico para nuestra época (20 años) y por causas naturales aunque repentinas, en el año 1275, expuestos en el Museo de Telas Medievales (vestiduras del infante, su anillo, su birrete, su espada, espuelas, talabarte y otra serie de objetos). Además pudimos ver otros muchos sepulcros como el del propio infante don Alfonso de la Cerda, el de Enrique I (hijo de Alfonso VIII, un jovencísimo rey de Castilla que murió tempranamente en 1217, a los 13 añitos, al caerle sobre la cabeza una teja y sufrir una trepanación que le llevó a la tumba -¡hay una foto del cráneo trepanado!-), el de la reina doña Leonor (esposa de nuestro Jaime I de Aragón e hija de Alfonso X de Castilla, muerta en 1244) y una docena más.

En la nave central, con los arcos perpiaños que la flanquean también cegados en el siglo XVI, pudimos ver las bellísimas tumbas del rey Alfonso y la reina doña Leonor (muertos ambos en 1214), la primera de ellas con las armas de Castilla y la segunda con los leopardos coronados de la Casa de Plantagenet inglesa (Leonor era hermana del mítico Ricardo Corazón de León). También había otros sepulcros exquisitamente decorados, como el de doña Berenguela (hija de Alfonso VIII) y el de Blanca de Portugal (hija de Alfonso III de Portugal y nieta de Alfonso X "el Sabio" de Castilla, que no fue reina pero sí señora de las Huelgas Reales). Y las paredes, cubiertas con hermosos tapices que nos explicaron que no eran tales, sino "reposteros", que se diferencian de los tapices en que en éstos las figuras están cosidas sobre el fondo del tapiz... Nunca te acostarás sin aprender una cosa más.

Luego pasamos al Claustro principal, llamado "de San Fernando" porque no adivinaréis nunca qué rey lo mandó construir entre 1240 y 1260. En él lo más impresionante es la Sala Capitular (abajo), de dimensiones colosales y todavía hoy utilizada por las monjas en ocasiones especiales. En esta sala capitular, cubierta con bóvedas de crucería, estaba en tiempos el llamado "Pendón de las Navas", al parecer una parte de la tienda o pabellón usado por el Miramamolín (deformación castellana del título Amir al-Mu'minin o "Príncipe de los Creyentes") Muhammad al-Nasir en la batalla de las Navas de Tolosa, que hoy puede contemplarse en el Museo de Telas Medievales. El claustro, dicho sea de paso, está cubierto con bóvedas apuntadas y decoradas con ornamentación calada de estilo mudéjar, con inscripciones árabes del tipo "Alá es el más grande" (Allah u-aqbar)... Lo cual no deja de ser paradójico. Los arcos del claustro fueron también tapiados en el siglo XVI porque el frío de Burgos en invierno tiene fama y tampoco era plan de tener a las monjitas congeladas en las reuniones del Capítulo.


Ya de ahí pasamos a las "Claustrillas", donde decidí darle ambientación al tema dándome un garbeo por el claustro con paso solemne y rezando en latín para regocijo de visitantes y guía, la cual me advirtió con mucho cachondeo y amabilidad que le estaba alborotando al personal, pero que se lo estaba pasando como una enana. Momento que aproveché para desvelar mi condición de Escribano Mayor de la más extraordinaria mesnada medieval de la Península Ibérica, la hueste Fidelis Regi, y quien lo dude que venga a hablar conmigo, que le dejaré las cosas claras con buenas razones. Ahí vinieron las preguntas de los asistentes, las felicitaciones y las gracias por hacer pasar a la gente un buen rato de recreacionismo "en vivo y en directo".

Ya para terminar, después de visitar la capilla de Santiago (donde una talla de madera articulada del santo era utilizada para dar el espaldarazo de caballero a los reyes de Castilla, ya que sólo Dios o el propio Santiago podían hacerlo), pasamos al Museo de Telas Medievales, instalado en la cilla del monasterio (pueden verse las tolvas desde las que se introducía el grano en los almacenes del monasterio), donde pudimos contemplar embelesados las ropas del infante de la Cerda, las de su hijo Alfonso, las del rey Enrique (el de la teja) y las de la reina doña Leonor. La sala estaba poco iluminada para salvaguardar la delicadeza de unos tejidos de casi 700 años, pero la exposición es magnífica: el pendón de Las Navas, el pellote de Fernando, el de Leonor, la crespina del infante don Alfonso, la saya encordada de la reina (enorme, de casi dos metros, lo cual se debe a que en la época los trajes arrastraban por el suelo y era preciso recogérselos para andar, señal de la condición noble del portador, cuyas manos se ocupaban únicamente de recogerse las ropas), la del infante (derecha), las capas, los cinturones extraordinariamente bordados con las armas de Castilla y León, la espada y el anillo del infante don Fernando... Una pasada. Un lujo para un recreacionista del siglo XXI.

Y ya salimos al exterior... donde me esperaban mi hermana y mi cuñado con mis sobrinos. Los cuales, al verme de tal guisa vestido, no pudieron dejar de reírse (ya me conocen bastante) y, mientras mis sobrinos se me colgaban de los brazos y el cuello y me comían a besos, me dije que nunca una hermosa visita podía tener un final tan feliz.

¿Qué? ¿Merece la pena o no hacer una escapadita a Burgos, aunque sea sólo para ver las Huelgas Reales?

7 comentarios:

  1. Merece la pena, sin duda. Per merece más la pena si te encuentras a un visitante disfrazado de fraile..., je, je.
    Cuando vengas a ver el Santo Cáliz, avisa.

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  2. Pues no te digo yo que no. Que, al fín y al cabo, Valencia me pilla más cerca que Burgos...

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  3. Mi señor Monfort, reciba ussía nuestra felicitación pot tan interesante artículo. Pero me temo que las jerigonzas de la realeza castellana se le resisten, por eso ruego no se tome a mal estas humildes correcciones:

    La esposa de Alfonso VIII no era hija, sino hermana de Ricardo Corazón de León. Compartía su nombre con Leonor de Aquitania su madre, aunque nuestra reina sería más conocida como Leonor de Plantagenet. Su padre era, como el del rey Ricardo y hermano Juan, Enrique II de Iglaterra.

    Blanca de Portugal no hera hija natural de Alfonso X, sino que tal cosa fue Beatriz de Castilla, madre de la nombrada Blanca.

    Saludos

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  4. Muchas gracias por las aclaraciones, las corrijo enseguida. Efectivamente, bastante tengo con acordarme de la genealogía de los reyes aragoneses...

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  5. Por cierto, unas apreciaciones acerca de la castellanización del árabe... Entiendo que de "Ibn Sinna" salga "Avicena", de "Ibn Rusd" derive "Averroes" o que del nombre de "Abu Ja'far" pueda surjir el nombre de "Aljafería" que recibe su palacio de Zaragoza ("al-Yafariyya")...

    ¡Pero ya me explicará alguien de dónde sale "Avempace" si el individuo se llamaba "Abu Bakr ibn Yahya ibn al-Sa'ig ibn Bayya"!

    ¡Porque, vayya, es que tiene tela...!

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  6. Yo te lo medio aclaro, profe.
    Creo que algo dije alguna vez en el foro de Fidelis... No es exactamente Bayya, sino Baŷŷa, con esos paragüicas encima de cada Y griega. Es la transcripción de un sonido que los árabes pronuncian de forma parecida a nuestra CH, por lo que Ibn Baŷŷa debería sonar algo así como IBEN BACHA. Por lo demás, ya sabes que las vocales en árabe son un poco tornadizas, y la bilabiales muy amigas entre sí. Supongo que el resto puede ser cosa de transcrpción de latin eclesiástico (Aben Pace = Abempache)

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  7. Caramba, es verdad, creo que lo comentaste, no lo recordaba...

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