viernes, 24 de octubre de 2008

De Delfinas y Palomas...

SE EQUIVOCÓ LA PALOMA
Se equivocó la paloma. Se equivocaba.
Por ir al Norte, fue al Sur. Creyó que el trigo era agua.
Se equivocaba.
Creyó que el mar era el cielo; que la noche la mañana.
Se equivocaba.
Que las estrellas eran rocío; que la calor, la nevada.
Se equivocaba.
Que tu falda era tu blusa; que tu corazón su casa.
Se equivocaba.
(Ella se durmió en la orilla. Tú, en la cumbre de una rama.)
Rafael Alberti

Siempre me gustaron las palomas. Contra todas las tendencias y a pesar de las modas siempre me gustaron las palomas.
Será porque nací en una casa en cuyo 'fondo' (así le decíamos al jardín de atrás) había un árbol rodeado de alambre tejido que formaba un 'jaulón' de unos cuatro metros cuadrados donde mi viejo albergaba todo tipo de aves (muchas rescatadas de los gomerazos de los chicos del barrio) . Entre todas ellas había una en especial llamada 'Perla', una paloma torcaza que había llegado a casa mucho antes que yo, rescatada por mi abuelo Manuel en el puerto y entregada a mi papá Raúl para que le curara el ala. Mi viejo no era más que un simple laburante de una fábrica textil pero sabía mucho de pájaros, y aunque nunca llegué a preguntarle dónde había aprendido, creo que en cierta forma me transmitió su pasión y así heredé su don y su amor por las aves.
Con los años y mientras yo crecía, el jaulón se fue vaciando y Perla pasó a una jaula. Al poco tiempo llegó una compañera con un ala herida que sanó entre las mágicas manos de mi viejo y yo la llamé 'Perlita'. A mis 7 años nos mudamos y ellas vinieron con nosotros con su jaula y con su nido, porque Perla resultó ser macho y Perlita comenzó a poner huevos (aunque nunca fueron fértiles)
Dicen que las palomas solo viven entre 13 y 15 años pero Perla y Perlita murieron con pocos meses de diferencia cuando yo tenía más de 26 años y mi viejo ya no estaba.
Poco después dejé el barrio y me fui a vivir sola a un monoambiente en Capital, que era para mí como el paraíso mismo porque tenía un ventanal gigante y un pequeño balcón de menos de 1 metro de largo.
Allí empecé a dejar miguitas o restos de polenta o arroz y cuando regresaba del trabajo y la facultad ya no había nada.
Un verano que pasé encerrada estudiando la bendita Psicopatología (que todos los psicologos tuvimos que padecer para recibirnos) comencé a ver cómo, por la tarde, venían dos palomas y se entretenían en el balcón. Con el pasar de los días me acostumbré a ellas y ellas a mí. Una tarde comencé a sentir un ruido y cuando me dí vuelta hacia el balcón, ví al macho atacando , cual Quijote, a la puerta de acero inoxidable de la cabina del termotanque. Con su insistencia me dí cuenta que se atacaba a sí mismo sin saberlo. Veía un palomo reflejado en la puerta y peleaba para que éste se alejara, pero por los misterios del acero el otro se mantenía estoico y resistiendo todo embate. Al comienzo me reí a carcajadas, pero luego me dí cuenta que la paloma no era la única boluda... miles de veces he luchado contra misma y no necesariamente frente a un espejo.
Entonces, ¿era boluda la paloma o simplemente se equivocaba?
Miles de veces luché contra puertas de acero tratando de defender un espacio que ni siquiera era mío, aún al costo de salir lastimada.
Los molinos de viento son solo eso, no se puede vencerlos; solo hay que dejarlos que sigan girando y haciendo su trabajo.
Ahora no tengo balcón, pero tengo lavadero y las palomas vienen a comer todos los días. Las sigo queriendo, pero decidí que ya no quiero parecerme más a ellas. No quiero luchar por un territorio, no quiero pelear por una migaja, no quiero seguir dándome la cabeza contra la puerta de acero ni putearme frente al espejo. No quiero escaparme de la lluvia, quiero mojarme, saltar en los charcos y sambullirme en el mar en vez de dormir en la orilla.
Por eso este año elegí renacer Delfina...

3 comentarios:

Geraldo Maia dijo...

Hola Miru,
És un grande placer estar visitando tu agradable y interessante blog.
Saludos desde Brazil:
Geraldo

C.M.Pasquetti dijo...

Hola Miru, siempre vuelvo a visitar tu página, que me resulta tan acogedora. Encantador el texto de las aves, ya lo digo yo: que tienes alma de escritora. Te recomiendo la novela "La paloma" de Patrick Süskind (el autor de la afamada "El perfume"). Se trata de una obra especial, en la que un rutinario hombre común que vive en soledad ve alterada su vida por el detalle de la aparición de una paloma en su apartamento. Un abrazo, CM.

Miru dijo...

A casi 3 años del comentario de Claudia y después de largas búsquedas por las librerías de Corrientes, gracias a la virtualidad y sus mercados libres conseguí el libro de Süskind y me lo devoré en un par de horas. Una pequeña gran obra maestra donde "un ser de sangre caliente y una libra de peso como una paloma" cobra una dimensión extraordinaria. Gracias Claudia!