domingo, 15 de marzo de 2009

Meditaciones: "La Doncella de la Primavera" y "La Dama de Ostara"

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Meditación “La Doncella de la Primavera”

Se trata de una visualización sostenida generando un viaje mágico hacia nuestro mundo interior. Hay que dejarse sorprender por las experiencias que surjan. Al contactar con el yo profundo siempre se obtiene algo inspirador.

Como algo previo se realizan tres sencillos preparativos. Poned música suave, prender una vela y quemar incienso ayuda a crear ambiente.

1º) Relajación: En postura cómoda, tumbados o sentados. Contactaremos con la respiración y vemos cómo es esta. A continuación vamos relajando el cuerpo empezando por los pies y relajando cada parte, una imagen para ello es imaginar que las partes del cuerpo se hacen pesadas o que quedan sueltas.

2ª) Tomar Tierra: Estar en contacto con la energía de la Tierra. Para ello, con niños es útil una corta meditación del “Árbol de la vida”: “Tanto si se está tumbado como sentado, imaginad que desde el final de la columna vertebral, en la cadera brotan unas raicillas blancas y que van entrando en la Tierra, la fértil y nutritiva Tierra. Ahora acompañando la inspiración imaginemos que esas raíces van tomando energía de la Tierra, la energía que sostiene la vida, de color plateado y la vamos llevando a todo el cuerpo llenándolo de energía y luz. Con cada respiración nos llenamos de mayor energía y luz y ahora sentimos que esa energía crece desde la parte superior de la cabeza y forma ramas que crecen y crecen curvándose hasta todas nuevamente la tierra, así por las raíces toma la energía y por las ramas la devuelve en un círculo contínuo de energía.”

3º) Protegerse: Ahora repite estas frases:

-Estoy seguro y protegido.
-Soy capaz de salir del viaje en el momento en que lo desee.
-Voy a recordar todo cuanto ocurra en el viaje.

“Estás andando por una pradera, al lado de una colina. El sol brilla bajo un cielo de alegre color azul. Sientes la brisa que sopla en tu pelo, susurrándote en tus oídos, mientras el sol calienta suavemente tu piel. Respiras profundamente con deleite. Las flores silvestres crecen en el prado a todo tu alrededor, y su fragancia es como de miel, te gusta.

Mientras continúas andando por la hierba primaveral que alfombra el prado, respiras el aroma de las flores, ves un grupo de árboles en la distancia, un círculo de árboles jóvenes con hojas verdes que brillan al sol y que se mueven con el viento.

Andas hacia el bosquecillo y te das cuenta de que los árboles parecen bailar junto con la brisa.

Ahora puedes ver que hay alguien sentado fuera del bosquecillo, una joven doncella que lleva una corona de flores.

Cuando te acercas a ella, te coge de las manos y te lleva dentro del círculo de árboles. Ambos reís y bailáis, dais vueltas cogidos de las manos. Cuando os detenéis, os sentáis uno frente al otro. Reconoces que esta doncella de la primavera tiene algo importante que decirte, algo que sólo tú puedes oír. Puede ser una nueva idea que va a inspirarte durante la primavera, una palabra de apoyo, o un consejo. (Pausa de un minuto, para que pueda darnos el mensaje).

Le das las gracias y sonríes. De tus bolsillos sacas un pequeño tesoro como regalo. Los dos os levantáis y ella te abraza. Luego, sales del círculo de árboles, te alejas de ellos, y regresas al prado, regresas lentamente a esta habitación y a tu consciencia normal. Sacude tus dedos y los dedos de los pies, estírate y abre los ojos.”

Acabando la meditación, se hecha nuevamente incienso al carbón y cada uno en su turno, dice al grupo qué le gustaría ver brotar, crecer y florecer para sí, para la familia, la comunidad y el mundo en estos próximos meses.

Tras la rueda, os tomáis de las manos y creamos energía para que estos deseos e intentos se manifiesten.

Seguidamente es bueno recordar que los niños y los jóvenes son la encarnación de la primavera y la renovación sin fin de la vida.

Se sueltan las manos y nos disponemos para el festín de Ostara.

Tras la comida, los actos tradicionales son leer o contar cuentos, hacer teatro, o dar un paseo por el exterior con las ropas de la festividad.

Cuando los niños pequeños se acuestan, los adultos pueden reunirse de nuevo y hacer el rito sagrado de Ostara.

El viejo sol en invierno se ha quedado sin poder, pero el nuevo, el joven sol que nació en el solsticio de invierno se hace fuerte y corteja a la Diosa “Luna”, renacida y virginal, su compañera en el cielo, la señora de la energía mágica femenina. El viejo sol le cede su posición al joven sol e hijo suyo; y la joven pareja, amándose, consuman su amor llenándolo todo de vida.

Todo el renacer de la Naturaleza es la emanación del amor de la pareja divina.

El dios cornudo, el macho, cérvido o no representa al sol joven y potente, la Dama con la media luna en la frente a la Diosa. Ante el altar recrear ritualísticamente este misterio.

Empieza también el periodo para la práctica de la Meditación ontoenergética del “Vidente Interior”, que se puede repetir hasta la cercanía del solsticio de verano.

Y también se realiza la Meditación Guiada, versión adulta de la “Dama de Ostara”

Meditación guiada: “La Dama de Ostara”

Estás caminando en un bosque muy denso. El cielo está cubierto, y el aire se respira melancólico, aunque de vez en cuando, un rayo de luz de sol se abre camino a través de las nubes y de los árboles. Las ramas están vac

ías, aunque en el final de cada una se pueden ver sus brotes y punto de nacer. Todo se siente viejo, mientras que una ráfaga ocasional de viento sopla a tu alrededor.

La tierra está, en su mayor parte desnuda, con manchones ocasionales de nieve. Pequeños brotes de vida verde sobresalen entre la nieve. Mientras caminas, percibes una arboleda de hermosos abedules blancos, el color pálido de sus troncos y ramas y un agradable contraste a las maderas oscuras.

Caminas hacia la arboleda de abedules y después comienzas a caminar en ella. Cuando los abedules te rodean, ves un árbol grande, que parece haber sido alcanzado por un rayo. El tronco superior está partido en dos, la madera interna sed ha expuesto al aire, las hojas secas han caído en los huecos del tronco. El árbol está absolutamente muerto.

Por una cierta razón, miras a la copa del árbol, y te sorprende encontrar allí a una mujer. Está vestida toda de blanco y sostiene una cesta cubierta. Su mirada hacia ti es constante, sus ojos hacen que pienses en corrientes de aguas claras que corren por el centro de los viejos bosques, su piel te recuerda la primera flor de primavera, y lleva su pelo largo sin amarrar. A sus pies se sienta una pequeña liebre color café, que juega con el final de su falda.

Ella te hace un gesto, indicando que debes acercarte, y tú caminas hacia ella. Ella señala su cesta, y levanta el paño. Dentro, ves un grupo de huevos de todos los colores, adornados con diversas formas y figuras. No puedes pensar en nada mejor que escoger uno de estos hermosos huevos y guardarlo para ti.

Extiendes las manos para sacar uno, y ella sacude su cabeza diciendo no. Te das cuenta de que aún cuando ella quisiera que tomaras un huevo, quiere que lo escojas sin ver. Así, pues, cierras los ojos, y vuelves a extender tu mano hacia la cesta.

Con los ojos todavía cerrados, sacas la mano, sosteniendo un huevo... Abre los ojos, y míralo. ¿Cómo es? Piensa en lo que significa la decoración en el huevo, y por qué Ostara quiso que tuvieras este regalo en particular para la primavera que viene.

Después de haber observado bien el regalo, levantas tu cabeza para agradecer a la diosa, pero se ha ido. La buscas, mirando a tu alrededor, pero es inútil. Te preguntas si todo ha sido un sueño, pero el huevo en tu mano te dice otra cosa, y tu sabes que has recibido la bendición de la diosa Ostara.

Mientras que tu atención sale de ti mismo y vuelve al bosque, te das cuenta que los árboles ahora tienen minúsculas, pero maravillosamente formadas, hojas verdes en el extremo de sus ramas. Y notas que el abedul quemado, el que parecía muerto, ahora tiene tallos verdes levantándose desde su tronco partido. Mientras sales de la arboleda de abedules, te parece que las nubes se han retirado, y cuando piensas en eso, sale el sol. Flores pequeñas, apenas formadas, cubren ligeramente el piso del bosque, los pájaros están cantando, y el olor rico de la tierra húmeda se cuela por tu nariz.

Al salir del bosque, te preguntas por qué habías encontrado ese lugar tan melancólico, pues ahora te parece tan vivo, y tan agradable para caminar por él.

Ahora ya regresas a tu consciencia ordinaria y recuerda cerrar ritualmente la meditación con alguna ofrenda de tabaco o salvia.


Recibid un gran abrazo.
Ernesto Cabeza.

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