jueves, 17 de febrero de 2011

Charla con... Mar Riera


"No puedes cruzar la calle solo, pueden secuestrarte. Vives con el miedo pegado a tu piel, en alerta permanente">


Llegamos a la enorme casa, y observamos el comedor lleno de cuadros y objetos. Normalmente, la casa está deshabitada. Pero hoy tiene unos inquilinos excepcionales: Àngel y Carme, ambos arquitectos nacidos en Tordera, y su hija de 18 años, Mar. De estatura media, ojos marrones y una gran belleza, nos recibe con una sonrisa de oreja a oreja y nos invita a pasar. Pese a llevar viviendo en Méjico desde los cuatro años, apenas se le nota el característico acento del país. Aunque hace poco se mudó de Méjico D.F. a la ciudad costera de Cuernavaca para estudiar su carrera de medicina, hoy Mar ha accedido a contarnos cómo es la vida de una chica normal en la ciudad más poblada del mundo.
Le preguntamos qué le gusta más de la ciudad. Sin dudarlo, responde que los centros comerciales. No sigue la moda, pero le gusta arreglarse a su estilo: un look casual que le da un aire desenfadado. “¡Es genial, los malls, que es como llaman a los centros comerciales los jóvenes, son muchísimo más grandes que en España!”, nos dice. Nos explica que en ellos, además de comprar, la gente acostumbra a ir al cine a ver películas, que al contrario que en nuestro país, están subtituladas en español, pero el audio en versión original.
¿Y el colegio? Mar nos cuenta que en Méjico todos los alumnos deben llevar uniforme . “¡Me gustaba muchísimo llevar uniforme! El de mi colegio era muy lindo". En cuanto al curso, nos dice que es muy complicado. Igual que sucede en nuestro país, hay tres itinerarios principales: en bachillerato(Educación Preparatoria o Prepa): artes, ciencias y letras. “¡Lo que más echo de menos son las matemáticas!” bromea.
Aunque admite que sí echa mucho de menos a sus compañeros, así como también el hecho de vivir entre tanta gente desconocida y sentirse libre.
Pero no todo es alegría… Le preguntamos qué es lo peor de Méjico. Sin dudarlo un segundo, nos responde: “ ¿Lo peor del D.F.?La delincuencia. No puedes decir a nadie que tienes familia en España, Estados Unidos, o un país que se considera rico. Tampoco puedes cruzar la calle solo, pueden secuestrarte. Vives con el miedo pegado a tu piel, siempre en alerta permanente. Cada día desaparecen personas. No puedes ir solo. Cuando salía de casa, mis padres tenían que llevarme, y venir a buscarme”. Nos cuenta cómo todo el cuerpo policial es corrupto, y como el hecho de que haya leyes no importa. Dice que hay muertes en la calle a diario, y a plena luz del día. “Una mamá puede ir andando con su hijo, y de golpe alguien puede secuestrar al pequeño, o matar a la mujer”. Según nos cuenta Mar, esta inseguridad parece no importar ni a los cargos políticos ni a los responsables de la seguridad del pueblo. De cada veinte crímenes, sólo uno es castigado.
Se va haciendo tarde, y el sol se ha puesto hace horas. Nos despedimos de Mar, quien nos asegura que no va a acostarse hasta las 3 de la madrugada. “Es lo que pasa cuando una viaja. Jet lag”.
Nos vamos calle abajo, mientras volvemos la mirada hacia la casa que acabamos de dejar atrás. Esperamos que sus palabras sirvan como denuncia de la justicia mejicana, y como advertencia para una sociedad demasiado benevolente con los crímenes contra la humanidad.

jueves, 10 de febrero de 2011

Almuerzo con... Antoni Salvador

“Luces, motores y acción, el automovilismo es el mayor espectáculo”

Guillem Baltrons

Fecha: 5 de enero. Hora: 11:00. Antoni y yo hemos quedado en un bar céntrico de Calella, ciudad de la comarca del Maresme donde actualmente reside con su novia, o lo que es lo mismo, mi prima. Veo a lo lejos una silueta conocida, casi irreconocible por la lejanía y el gentío desenfrenado a causa del consumismo navideño. Nos saludamos de un modo demasiado eufórico e infantil, pero no es nada fuera de lo común ya que el rasgo más característico de la personalidad de Antoni es, sin duda, su humor.

Después de haber pedido, me propongo empezar la entrevista, dedicada exclusivamente al mundo del motor sobre cuatro ruedas, porque es realmente su pasión. Antoni es mecánico en un taller de coches de Calella. Cuando no está trabajando, está equipando su coche con diferentes piezas de último modelo o gozando de cualquier carrera con automóviles como protagonistas. “Los coches no son solo mi trabajo, también son mi vida”, afirma.

El camarero se aproxima con nuestro par de “coca-colas” y nuestros bocadillos recién hechos a la vez que por televisión vemos un especial de la Fórmula 1. “Está claro que los pilotos son muy importantes, pero lo que decide una carrera antes de que empiece es la puesta a punto del coche y la estrategia elegida por la escudería”, dice Antoni con total seguridad observando con detenimiento los últimos ganadores de esta modalidad.

Después de comerse el bocadillo, abre la lata y se la bebe de un trago. No quiero perder el hilo de nuestra conversación y rápidamente le pregunto por sus inicios en este mundo. Él me mira, sonríe y me dice: “Decidí dedicarme a esto de muy pequeño, cuando fui a ver mi primer tramo de Rally en Lloret de Mar”.

“Aún sueño con los grandes duelos de Ayrton Senna y Alain Prost”, me responde con velocidad al preguntarle por su carrera favorita.

Una vez en la calle, habiendo pagado ya la cuenta, Antoni observa el cielo y grita: “La vida es como una carrera, no sabes como irá hasta que no termina”.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Almuerzo con... José Luís Sánchez

"Se ha perdido el espíritu navideño"

Nuestro invitado se decanta por un menú completo y saludable: De primero, escoge una ensalada verde con verduras, y de segundo, dorada a la plancha acompañada de patatas al horno. “Necesito comer sano y equilibrado después de las comilonas de Navidad”, afirma antes de ser servidos.

Hoy cenamos con José Luís Sánchez, uno de los pajes del rey Melchor, encargado de escuchar atentamente los deseos de niños, jóvenes y de recoger las cartas que ellos mismos entregan para su rey favorito. Lleva más de 30 años realizando el mismo trabajo y se siente muy orgulloso de ello, puesto que, día a día, observa centenares de caras felices e inocentes que acuden a él para pedirle aquellos regalos que quieren recibir ese 6 de enero mágico. “Mi experiencia me dice que la sociedad ha cambiado muchísimo en el transcurso de todos estos años. Se ha perdido el espíritu navideño”, explica mientras se dispone a seguir comiendo.

Sánchez ha retenido muchos recuerdos que le hacen llegar a la conclusión de que, cuando comenzó su labor como paje, los niños no pedían gran cantidad de regalos, sino que le daban más importancia al hecho de que, en estas fechas tan señaladas para la mayoría de sociedades, la familia hiciera un gran esfuerzo para reunirse, aunque fuera una vez al año. “Actualmente, los niños se sientan en mis faldas para entregarme sus cartas. Unas cartas interminables sin ni siquiera dejarme por escrito si consideran que se han portado bien durante todo el año, puesto que están acostumbrados a recibir sus regalos al margen de su comportamiento”, argumenta Sánchez sin ningún reparo. Esto es debido, según nuestro paje, a que los padres de hoy en día inculcan a sus hijos unos valores navideños muy diferentes a los que se intentaba transmitir anteriormente:

La Navidad es un sinónimo de “regalos”. “Esto también es debido a la publicidad masiva”, afirma mientras acaba la comida. Y es que los anuncios publicitarios nos intentan vender un canon de felicidad equivocado transmitiéndonos la idea de que el niño más feliz es aquel que posee el mayor número de juguetes y consolas.

Nuestro invitado de hoy, trabaja en uno de los mejores centros comerciales de Barcelona, en el centro comercial “Diagonal Mar”, aunque se convierta en paje por un día.