miércoles, 17 de febrero de 2010

AUDITORIAS MUNICIPALES EN ESPAÑA

Considero injustificable, a las fechas en las que estamos, que los ayuntamientos de nuestro país no tengan una ley de auditoria municipal. Las empresas cuentan con una auditoria que permite aprobar o rechazar las cuentas anuales en el mes de junio de cada año. Sin embargo nuestros ayuntamientos y me refiero, lógicamente, a medianos y grandes no tienen obligación de analizar la ejecución del presupuesto anual anterior y lógicamente la situación financiera del ayto. Aquí los presupuestos del año a comenzar se presentan al pleno municipal y, si cuentas con la mayoría necesaria, los apruebas y a otra cosa mariposa. No se necesita el análisis del presupuesto del año anterior. No se discute ni analiza qué pasó con el presupuesto del año acabado. No hay ninguna opinión cualificada, auditada, de ese presupuesto. Y así las cosas se aprueba el siguiente.

En el Reino Unido en 1998, se promulgó una ley para crear la Comisión de Auditores encomendándoles la realización de auditorías sobre el Servicio Nacional de Salud y de las Entidades Locales, a través de profesionales privados colegiados. Una vez realizados los informes de auditoría se anuncian en uno de los periódicos de mayor circulación local. Y cualquier ciudadano puede consultar el informe.

Esta comisión de auditores nombra a un auditor para cada administración local, con honorarios a cargo del auditado, según las escalas aprobadas según el tamaño y complejidad. Incluye, además, una revisión externa del trabajo realizado.

En el parlamento británico y cada cinco años se revisa y aprueba un código de buenas prácticas de auditoría local. Esto es, actualización de los métodos, formas y contenidos.

Estas auditorias no sólo reparan en las cuestiones económicas, fiscales y financieras, sino también en aquellas que tratan sobre la eficacia y eficiencia de la gestión política.

En nuestros ayuntamientos contamos con la figura del Interventor. En el artículo 203 de la Ley de Haciendas Locales se dice: “Los funcionarios que tengan a su cargo la función interventora ejercerán su función con plena independencia”. La realidad de esta independencia se ve coartada por:

  • El sueldo del interventor depende (en ocasiones en más del 50%) de lo que decida el pleno de la Corporación (formado por los concejales cuya utilización de los fondos públicos debe controlar el interventor).
  • El Alcalde puede, sin motivación alguna, suspender de empleo y sueldo al interventor (mandarle a casa sin cobrar) por un período de seis meses.
  • En algunos municipios (los de nombramiento por libre designación), el interventor puede ser destituido por el alcalde, sin motivación alguna.
  • El resto de condiciones laborales del interventor (medios materiales, personales del departamento, horario, vacaciones, asistencia a cursos de formación, etc., dependen del alcalde.

¿Es posible realizar un control verdaderamente independiente de cómo utiliza los fondos públicos quien te puede bajar el sueldo a la mitad, mandarte a tu casa seis meses, destituir directamente y fijar unas condiciones laborales insufribles? No. Y puede, incluso, darse algo de compadreo.

En la mayoría de nuestros Ayuntamientos sucede que, cuando un grupo político abandona su gestión, porque así lo deciden los ciudadanos en las urnas, el entrante se encuentra con más de una sorpresa y ninguna de ellas agradable. Que no hay dinero en la caja ni para pagar los salarios de los funcionarios. Que se deben unos milloncejos a los proveedores, que quieren su dinero o tendrán que cerrar sus empresas. Que las sociedades participadas, las autónomas y otras, también tienen la caja como el bacalao. Que se debe un pastón de la luz y la empresa suministradora va a proceder al corte del servicio. Igual con las de telefonía, etc., etc. Que la deuda financiera con bancos es impagable. Incluso ya negociaron prestamos a cuenta de los ingresos de ejercicios venideros. En fin, que los entrantes serán inoperantes y sobre ellos recaerá el caos que aquellos crearon. Nos subirán los impuestos. ¡Qué buenos eran los anteriores!, dirán los espabilados ciudadanos. El vía crucis de los entrantes será taurino, a corná diaria. Los salientes, mientras estuvieron, no gobernaron correctamente los intereses de sus ciudadanos y se van de rositas a disfrutar de su gestión personal y sin ninguna responsabilidad a sus espaldas. Momento para cambiar las cosas…

Ya el pasado 2009 muchos ayuntamientos dieron quiebra técnica. León, (porqué éste me sonará tanto), Lorca, El Álamo, Villajoyosa, Palomares, Galapagar y otros muchos. Lo terrible será este año 2010. Veremos no ya a los pequeños municipios, sino a los grandes caer. Le echaran las culpas a las competencias asumidas y no retribuidas, le echaran la culpa a quien haga falta, incluso al Zapatero. Nunca admitirán que fue su gestión, la de sobredimensionar su capacidad, la de realizar obras innecesarias, la de contratar a más personal, la de proceder a traslados municipales en los momentos más inoportunos. La de comprar tantas voluntades y crear organismos innecesarios. Los sueldos millonarios. La bola de nieve. En mayo del próximo año tendremos elecciones Autonómicas y Municipales. Puede llegar el caso de que muchos de estos responsables ni se presenten a su reelección, conocedores de la situación futura a la que tendrán que enfrentarse. ¡A mi con este toro!, ni de coña.

Ante la demostración empírica de la inoperancia de los mecanismos establecidos para la tranquilidad de los ciudadanos, parece necesaria una reforma del sistema de control y de auditoría de nuestros ayuntamientos y por ende a las Comunidades Autónomas. Y hoy mejor que mañana. Pueden ponerse a trabajar ya nuestros excelentísimos diputados y senadores en la elaboración de esa Ley. Y con carácter de urgencia, mejor un decreto ley.

Al final, como siempre, será el ciudadano, el de a píe, el que lo pague. Y ya van siendo muchos los pagos de los que nos están haciendo responsables. Como sigamos por este caminito, y parece que no hay otro, nos tendremos que declarar también en quiebra. Y entonces ya me contará usted, querido lector. Afectuosamente suyo y que Dios le guarde (de la que se nos viene encima) por muchos años.

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