09 marzo, 2009

Debate sobre "Memoria de mis putas tristes"

(Ilustración: Las tres Gracias/Pedro Pablo Rubens)



Nací el 2 de septiembre de 1952, o sea, que tengo ahora 56 años, y en “el año de mis 57 años quiero regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen, es decir, en este año de 2009, y quiero que esa niña sea pobre, que la saquen de la miseria y me la depositen en una cama del prostíbulo de mi amiga Rosa Cabarcas”. No sé qué les parecerá mi idea.

Es un placer estar por aquí de nuevo. Me llevé el año pasado una agradable sorpresa con los miembros de este Club de Lectura de la sala Ámbito Cultural de El Corte Inglés, pues quizás ha sido uno de los momentos más placenteros que me ha dado este tipo de actos o similares, probablemente por la seriedad y la participación de todos ustedes cuando debatimos Crónica de una muerte anunciada.
Gracias, de antemano, a El Corte Inglés y a Anna, por la confianza depositada en mi persona una vez más.

Y bueno, antes de entrar en materia, y precisamente para entrar en materia, me gustaría leerles un poema de Octavio Paz titulado Niña:

Nombras el árbol, niña.
Y el árbol crece, lento y pleno
anegando los aires,
verde deslumbramiento,
hasta volvernos verde la mirada.

Nombras el cielo, niña.
Y el cielo azul, la nube blanca,
la luz de la mañana,
se meten en el pecho
hasta volverlo cielo y transparencia.

Nombras el agua, niña.
Y el agua brota, no sé dónde,
baña la tierra negra,
reverdece la flor, brilla en las hojas
y en húmedos vapores nos convierte.

No dices nada, niña.
Y nace del silencio
la vida en una ola
de música amarilla;
su dorada marea
nos alza a plenitudes,
nos vuelve a ser nosotros, extraviados.

¡Niña que me levanta y resucita!
¡Ola sin fin, sin límites, eterna!

Y tampoco me resisto, por lo mismo de ponernos en situación, a leerles un poema de Nandino Elías titulado Vivo y me desvivo:



Longevidad maldita:
¿por qué si soy ceniza
mi cerebro está en brama
y su lujuria cunde
hasta las marchitas zonas
de mi carne aniquilada?

Longevidad maldita:
llamarada helada,
tantálico averno
de concupiscencia rezagada.

Toda belleza humana
aún me despierta la esperanza
de gozarla,
y vivo y me desvivo
eyaculando
sólo orgasmos de lágrimas.

Como habrán visto, estos dos hermosos poemas tienen mucho que ver con lo que vamos a debatir esta noche aquí: Memoria de mis putas tristes.

A fe que estoy un poco asustado esta vez. Nos hallamos ante un tema complicado para afrontar: quiero pensar que los oídos castos y menos castos encuentren un término medio, término medio en el que yo, también, trataré de navegar con la palabra.
Me gustaría ser un simple intermediario entre ustedes, pues este debate será tanto más rico cuanto más aporte cada uno acerca de las sensibilidades que le hayan despertado esta obra, hasta hacer un todo esperemos que placentero y hasta hermoso.
Leí este libro desde que se publicó, y aún hoy me llama más la atención su tema principal, por lo escabroso, que no viene a ser otro que el de rememorar la historia de un hombre de baja estofa, se mire por donde se mire.
Yo lo titularía Memoria de un triste putero, pues creo que se ajustaría mucho más al argumento, porque triste ha de ser la vida de un hombre que de nada le vale su extensa formación cultural si no la vuelca en el respeto a los demás; que practica la vejación hacia la mujer como premisa fundamental de su larga existencia; que su egocentrismo, a pesar de su edad, no le deja ver cómo es utilizado por una de sus amigas prostituta como Rosa Cabarcas; que no encuentra palabras más bellas, para la niña que pretendía desflorar, que un tierno toro de lidia; que nunca supo ver el amor de aquella que le sirvió siempre y lo amó en silencio, Damiana, quien se quedó virgen por delante porque por detrás fue por donde único se la tiró él, generalmente mientras lavaba la ropa; que fue incapaz en su cobardía de presentarse el día de la boda para desposarse con Ximena Ortiz, aunque bien vengado fue por ella pasados los años cuando se entabló este cruce de palabras en el concierto de Bellas Artes:
-He soñado durante años con este momento -le dijo él.
-¡No me digas! ¿Y tú quién eres?

Otros temas secundarios de la novela podrían ser la pederastia sin duda, la prostitución, el amor y el desamor, la cobardía por el miedo a la muerte, incluso la pedantería de un hombre que presume de sus conquistas de amor de pago, y sobre todo la vejez.
¿Quién no teme a la vejez? Los años de la vejez, donde impera la soledad, se llenan de nada, cuando no de silencios eternos, vejaciones eternas, olvidos eternos. Sin embargo, lo más terrible es la disociación entre una mente que se conserva activa y fecunda, llegado el caso, pero prisionera de su cuerpo que no es el de tiempos atrás, y es aquí donde aflora la sexualidad de la vejez, porque sexualidad también es el erotismo que hay al contactar con una piel ajena que nos hace sentir la propia, el hedonismo de un cortejo, las sensaciones de invadir una mirada y nadar en ella, sobre todo si se es correspondido.
En Memoria de mis putas tristes, ¿alguien piensa que es una historia de amor esta novela?; ¿se puede considerar amor, incluso, los desvaríos del personaje acerca de la niña?; ¿y ese tránsito del viejo protagonista nonagenario hacia la adolescencia?
Hay quien afirma que el tema de esta novela es el de Un amor tardío pero sincero revitaliza y hace superar la soledad de un nonagenario. Yo, desde luego, no lo veo así, aunque varios miembros del Club de Lectura sí que lo vieron y lo sienten así, es más, estos mismo miembros defendían la ternura y el amor que, de forma inesperada después de una vida azarosa entre burdeles y putas, afloró de repente en el lecho de un burdel de mala muerte ante una pobre niña a quien él mismo bautizó como Delgadina.
Quizás, los defensores de ese amor tardío de ese hombre sin escrúpulos, se basaran en frases como ésta: … porque el amor me enseñó demasiado tarde que uno se arregla para alguien, se viste y se perfuma para alguien, y yo nunca había tenido para quién. ¿No había tenido para quién o su personalidad regada por las mayores bajezas se lo habían impedido?
Pienso que, en un par de frases al comienzo de la novela, el autor pretende cubrirse las espaldas para dulcificar o soterrar el tema de la pederastia: Nunca sucumbí a ésa ni a ninguna de sus muchas tentaciones obscenas, pero ella no creía en la pureza de mis principios; …aquél fue el principio de una nueva vida a una edad en que la mayoría de los mortales están muertos; ... de no ser por los hechos que me dispongo a referir como pueda en esta memoria de mi grande amor.
Ya la primera parte de la novelita de García Márquez resulta desagradable, el mismo comienzo agita la repugnancia: El año de mis noventa años quise regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen.
Pero es más, analicemos sus palabras posteriores donde cree que el mismo Dios está con sus propósitos libidinosos o lujuriosos: ... pero el deseo de aquel día fue tan apremiante que me pareció un recado de Dios. ¿Un recado de Dios? ¿Para qué? ¿Para decirle que se iba a morir pronto y que aprovechara? ¿Y esa sería su gran obra de una vida tan larga, la de acostarse con una niña de catorce años como si la consecución de un objeto se tratara? Hay dos cuestiones que se podrían matizar en este sentido: una, que su vida anterior de poco ha valido, y dos, el regodearse de su suerte en detrimento de los demás mortales.
El egoísmo y esa baja estofa que percibo en el personaje sin nombre, apenas el apodo regalado por sus alumnos de Profesor Mustio Collado, los corrobora el sujeto a lo largo de la memoria que va escribiendo jugando con el presente y el pasado con la maestría indudable de García Márquez, es decir, contando el pasado desde el presente.
Habría que pensarse si esta novela es un enaltecimiento de la pederastia y que si no ha sido denostada es porque la escribió García Márquez. ¿No les parece?
En cierta medida, en la obra el protagonista, si no el autor, lo reconoce cuando dice: …descubrió también que mi celibato inconsolable lo atribuían a una pederastia nocturna que se saciaba con los niños huérfanos de la calle del Crimen.
A mí me gustaría saber la opinión que pueden tener las mujeres acerca de un hombre que, a los cincuenta años, había estado con 514 mujeres, al menos una vez, y que además llevaba una lista de ellas, como el prurito más indeseable. ¿Habrá una mujer en el mundo que se vea atraída por un prototipo de individuo de semejante calaña?: a lo mejor sí, o eso al menos llegué a escuchar en el debate en la sala Ámbito Cultural, y quizás sea así, porque en las cosas del amor no hay patrón preestablecido. Aunque además se debería valorar o partir del hecho de que las prostitutas también dan amor y necesitan ser amadas, hecho que el nonagenario nunca ofreció a tantos amores de pago.
¿Un enfermo o un vividor? ¿Un egoísta sin escrúpulos? ¿Un ser despreciable? Acaso ¿el mayor imbécil digno de la caridad incluso de una vieja prostituta como Rosa Carbarcas?: Ay, mi sabio triste, está bien que estés viejo, pero no pendejo. Esa pobre criatura está lela de amor por ti. ¿Alguien se cree estas palabras? ¡Pobre imbécil, sí! Al final, ¿no es un tonto, un pendejo, el sabio putero?
El ser humano debe distinguir y saber qué puede darle a la vida y qué puede recibir, para luego, en la vejez, hacer recuento de las huellas dejadas en el camino.
Con independencia del oficio del autor de Memoria de mis putas tristes, incontestable además, quizás García Márquez perdió una gran oportunidad para crear una hermosa historia sobre el transcurrir de la vida y hasta la vejez, su ya vejez, en vez de ofrecernos una aventura tenebrosa donde se utiliza la inocencia y la pobreza para satisfacer los bajos instintos del ser humano, también de los viejos, cuando se llega.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Por Lorenzo Doreste

Antolín Dávila se encuentra un tanto perplejo ante la novela Memoria de mis putas tristes, de Gabriel García Márquez. Antolín es un poeta de la narrativa, y aunque sabe describir un amplio espectro de sentimientos, sin excluir lo sórdido y mezquino, prefiere la hermosura de los buenos sentimientos. Como estuve en Colombia en 2000 y en 2001 y logré captar un grupito de personas e instituciones que me incluyeran en sus listas de correo, creo que quizás puedo hacer algunas aportaciones de interés al debate propuesto por Antolín.
El escritor Andrés Trapiello no disimula nada su profunda antipatía hacia Gabriel García Márquez, llamado “Gabo”. Cuando Gabo publicó sus memorias puso al frente de ellas esta nota explicativa: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla". Pues bien, Trapiello hizo este desmadrado comentario: “Esa frase es propia de un Goebbels. La vida es la que es, y no la que a uno le interesa contar”.
Yo le contestaría que su alusión a los nazis es muy pertinente, pero no porque Gabo se parezca a ellos, sino porque pertenece a un país, Colombia, que es un campo de concentración, donde el Estado dispara contra todo lo que se mueve o respira. Hasta pedir que te pongan alcantarillado en tu barrio te puede costar la vida. Y el mundo “civilizado” no se quiere enterar de esta realidad lacerante, porque Colombia es el país de los grandes negocios para el capital extranjero.
Con la publicación de “Memoria de mis putas tristes”, Trapiello arremete contra Gabo con más brío. “¿Cómo es posible que la gente aplauda un libro en el que se exalta la pederastia, en vez de execrarlo como se merece? Y, por supuesto, el autor se siente identificado con tan siniestro personaje”.
Trataré de explicarle a Trapiello y a los que piensan como él algo de lo que aprendí en mis viajes a Colombia. Lo primero que pensé al llegar a Bogotá fue que el realismo mágico no es sólo una genialidad de García Márquez. Es una necesidad, porque si empleara un realismo sin magia, García Márquez estaría muerto, asesinado por un sicario al que le pagarían veinte dólares. Cuando leí “Cien años de soledad”, antes de ir a Colombia, pensé: “Este García Márquez es un listo, un poco falso. Pone personajes caricaturescos, sin matices, porque se quedan mejor en la imaginación del lector y porque son más fáciles de describir”. Después he visto que, por instinto de supervivencia, no podía describir a personajes reales. Remedios la bella, por ejemplo, es una mujer hermosísima y estúpida. No es un invento de Gabo; es una realidad social. El machismo colombiano quiere fabricar “mujeres floreros”, muy hermosas, abnegadas y sumisas. Abomina de las mujeres con carácter y ansias de independencia.
En un concurso de Señoritas… Los colombianos no emplean anglicismos. No dicen “Stop”, sino “Pare”. No dicen concurso de “misses” para elegir “Miss” Bogotá, sino concurso de “Señoritas” para elegir la “Señorita” Bogotá… Pues bien, en un concurso de Señoritas todas las candidatas mostraron un entusiasmo tremendo por sus estudios y por sus respectivos futuros profesionales. Por cierto, que entre todas abarcaron casi todos los campos profesionales: medicina, judicatura, antropología, comunicación, ingeniería, asistencia social, diplomacia, etc.
Un ciudadano español o francés lee unas declaraciones análogas de unas misses… digo señoritas… de su país y se deja contagiar por el entusiasmo de esas muchachas. Por el contrario, en Colombia algunos columnistas poco menos que las insultaron, y afirmaron que la mujer debe limitarse a cuidar el hogar y ser madre de familia abnegada y sumisa.
En Colombia, si papá tiene dinero, la niña puede aspirar a realizarse como mujer y como persona. Pero en las clases humildes hay muchas mujeres que tienen que depender del macho y de su machismo. Oí a una chica rogándole a su marido en estos términos quejumbrosos: “No, por favor, mi señor, no se me enfade. Haré lo que usted me dice”. En un barrio me hablaron de cuatro mujeres que tenían hijos con un hombre rico, y las cuatro “se armaron de valor”… Así mismo me lo contaron: Se armaron de valor y fueron a ver al padre de las criaturas para pedirle que hiciera algo por sus hijos. Calculaban en el barrio que aquel hombre tenía unos treinta hijos de unas diez o doce mujeres.
Y de la pederastia ni les cuento. Si así tratan algunos machistas colombianos a las mujeres, ¿cómo tratarán a las niñas?
En Cien años de soledad Fernanda del Carpio es otro espécimen abundante, con más ínfulas aristocráticas que los aristócratas españoles de diecisiete generaciones. ¡Pobre de García Márquez si en vez de crear estos arquetipos describiera una Remedios o una Fernanda muy semejante a un personaje real concreto! Para sobrevivir, Gabo emplea la caricatura y la metáfora. Cuando dice que un señor muy elegante, al cual él no conocía, le reprochó que escribiera el “Relato de un náufrago” porque dejaba en mal lugar al Estado colombiano, está recurriendo a la metáfora. No fue un señor muy elegante y muy amable. Se supone que fueron altos funcionarios de la administración pública, y se especulaba con que alguno lo amenazó de muerte. ¿Por qué creen ustedes que Gabo vive fuera de su país?
El protagonista de esta “Memoria…” es un hombre perverso. Sólo tiene buenas palabras para su madre. No tiene amigos, confiesa que trataba mal a sus alumnos, los cuales iban al colegio para huir de los malos tratos de sus padres. No se casó porque fue incapaz de amar. Dejó a la novia plantada ante el altar, por puro egoísmo, por no sacrificarse ni lo más mínimo por una mujer ni por unos hijos ni por nadie.
García Márquez no hace ficción pura. La mayoría de sus personajes aluden de alguna forma y en diverso grado a situaciones sociales y personajes reales. El tiempo circular de García Márquez tampoco es un invento suyo sin conexión con la realidad. Es una copia del tiempo de su país en general y del Caribe en particular, es un tiempo que se repite porque todas las estructuras sociales están muy anquilosadas, petrificadas. No hay progreso, no hay retroceso tampoco.
Lo que parece oscuro en García Márquez es en realidad una invitación al lector para inducirlo a pensar y a encontrar la solución del enigma, como diciendo: “Comprende que no puedo decirte más. Estudia las realidades de nuestro país y comprenderás lo que te estoy diciendo”.
“El Diario de la Paz”, que aparece en “Memoria…” no existió en realidad. Sin embargo, algunos críticos literarios se han puesto a investigar sobre los parecidos de dicho diario con otros reales y sobre periodistas que escribieron en ellos y que puedan guardar alguna semejanza con Mustio Collado. (Tengo que preguntar a un amigo, escritor colombiano, si en los últimos meses se han hecho descubrimientos importantes al respecto).
“Cien años de soledad”, según dice su autor, finaliza cuando él nació, el 6 de marzo de 1927. Colombia, por su aislamiento ancestral es llamado el Tibet de Suramérica. Es el país de la imaginación, el del realismo mágico, y a fecha de hoy, 20 de marzo de 2009, sigue aislado, cuenta con ciento ochenta y dos años más catorce días de soledad.
Gabo no quiso hacerle a su país el regalo de una bonita historia de amor, con sentimientos delicados. Prefirió hacerle el regalo de una historia que refleja la mentalidad repulsiva de tantos machistas colombianos, y es que casi todos sus textos llevan implícita alguna denuncia. Es el hombre que sabe demasiado. Sus memorias, “Vivir para contarla”, no tuvieron mucho éxito, porque no contó ni la décima parte de lo que sabe. Se llevará muchos secretos a la tumba, no tanto por temor personal como por temor a que tomen represalias en su familia.
Estas conclusiones que saco aquí son provisionales. Seguiré investigando, escribiéndome con amigos colombianos, y si descubro algo interesante lo comunicaré aquí, en este mismo blog de Antolín Dávila.

Las Palmas de Gran Canaria, 20 de marzo de 2009.

Lorenzo Doreste

Lorenzo Doreste dijo...

Hola, amigo Antolín.
Con respecto a “Memoria de mis putas tristes”, de Gabriel García Már-quez, te dije que preguntaría a amigos colombianos sobre la persona que inspiró a este autor el personaje del profesor Mustio Collado.
Uno de estos amigos, Octavio Quintero, me escribe: “Me demoré en responderte, pero, como tal vez te dije, no soy garciamarquista. Me sor-prendí cuando les pedí ayuda a unos amigos que consideraba admiradores del Nobel, y me dijeron que no querían ni saber de él. Finalmente un ami-go, Jorge Giraldo, se contactó con un amigo personal de García Márquez y, por lo visto, también quedó corchado”.
Y el amigo personal de García Márquez, llamado Oscar Alarcón, dice: “Gracias por el envío. Hay que estudiarlo, pero es bueno que le comentes al amigo que la gran similitud de "Las Putas Tristes", reconocido por el pro-pio García Márquez, es con "La casa de las bellas durmientes" del japonés Yasunari Kawabata”.
Ante lo cual yo digo: ¡Vaya un descubrimiento!
Todo esto concuerda con un informe que me enviaron a principios de este año desde el Instituto de Estudios Sociopolíticos y Culturales de Co-lombia. Dicho informe se refiere a una encuesta sobre los temas y persona-jes que inquietan a los jóvenes universitarios colombianos. Los alumnos de las universidades privadas leen a los autores colombianos defensores del “establecimiento”. En cambio, los de las universidades públicas son más liberales y progresistas. Canalizan su rebeldía en la consagración al estu-dio, en la indagación científica o en la creatividad artística. Tienen recelo de lo instituido en su país, rompen de forma selectiva algunas tradiciones y buscan nuevos caminos. Como ejemplo de esto último tenemos el hecho de que en la mencionada encuesta “en ninguna respuesta aparece ese gran ico-no colombiano de la literatura universal Gabriel García Márquez. Aquí sus preferencias están por Juan Gabriel Vásquez, William Ospina, Enrique Se-rrano, Laura Restrepo y Héctor Abad”.
La última noticia que tengo sobre García Márquez procede del escritor Oscar Collazos, quien en el periódico “El Tiempo”, el 8 de abril, escribió un artículo titulado “Gabo y su escritura”, del que copio estas líneas:
“Entre marzo y mayo del 2007 tuve el privilegio de ver de cerca al es-critor. Nunca vi a nadie más irresponsable y lleno de alegría, a nadie más abierto al placer sencillo y grande de estar entre amigos de quienes, segu-ramente, apenas se acordaba. Cada vez que alguien me habla de la memo-ria, tengo la rara sensación de haber conocido a alguien que era feliz a me-dida que la perdía y se extraviaba en sus laberintos.
… Lo he visto - en la tele y en las fotografías - pletórico de alegría y ca-si indiferente a su gloria. Nadie más exultante que él, a medida que se hun-de en los olvidos”.

alejandra dijo...

A propósito de memoria de mis putas tristes. He leído una noticia en un peridódico de Quito, prohibiendo en México la realización de la película con este título. Bien!. Si es que es así. No tiene nada que ver con moralismos, sino con dignidad. Ya estoy cansada de los retratos y deseos masculinos que demuestran impotencia y misoginia. Si somos púberes, adolescentes o jóvenes estamos para objeto de placer, si envejecemos somos castigadas y se nos adjetiviza de lo peor.