martes, 4 de septiembre de 2007

S-LOW TECH

Éste es un texto que elaboramos hace un tiempo con Chomer y que sirve de introducción para la punkitectura:

La arquitectura contemporánea se encuentra desbordada de recursos técnicos originados en los avances tecnológicos producidos en las últimas décadas. La denominación que frecuentemente se le da a la arquitectura producto de estos avances tecnológicos es la de "high-tech" (alta tecnología). Actualmente nos encontramos ante una situación en la cual ya no podemos hablar de una técnica propia de la arquitectura (tectónica) para la construcción de estos proyectos sino que estamos en presencia de lo que denominamos "meta-técnica". Ésta es la técnica como finalidad, es la técnica desligada de su primera esencia, el fin instrumental. Tanto las técnicas tradicionales como el nuevo logos meta-técnico dejan de ser instrumentos a nuestra disposición. Ya hace más de 50 años, Heidegger nos advertía sobre el peligro de la técnica, de la posibilidad de un hombre alienado del mundo y de su imposibilidad de controlar a la técnica en su continuo desarrollo. No sólo produjo el dominio de la naturaleza -la mímesis tecnificada- sino también, a partir de su autonomía, el dominio del hombre. En palabras de Habermas, de homo faber pasó a enfrentarse con sus propios productos automatizados, quedó integrado a su propio aparato técnico como homo fabricatus. Aparece entonces un progreso cuasi-autónomo de la ciencia y de la técnica, del que de hecho depende la otra variable más importante del sistema, el progreso económico.
La meta-técnica provoca en los individuos un fenómeno de goce que es obtenido por la interacción con los productos tecnológicos, sin importar el valor final que pueda resultar de esa interacción. Ya no importa la acción, sino formar parte de ella.
Estas diferencias se acentúan en los países subdesarrollados, donde el acceso a la técnica queda restringido a las capas superiores de la estratificación social, produciéndose mayores desequilibrios. La gente con escasos recursos económicos sólo tiene acceso a los medios tecnológicos propagandísticos y de dominación más directos.
La arquitectura no escapa a esta realidad. Catálogos de soluciones técnico-proyectuales nos ofrecen todas las alternativas presentes en el mercado, separándonos cada vez más de la razón de ser arquitectos.
Así como mencionábamos el fenómeno de goce que se produce en nuestra sociedad globalizada con respecto a los productos de la tecnología, también se produce una fascinación estética por las obras construidas con los fundamentos de la meta-técnica.
Ese goce estético producido en el modo de recepción de la obra retroalimenta al sujeto creador de la misma lo que lleva a producir una arquitectura en función de la técnica y no una técnica en función de la arquitectura, una estetización de la técnica.
Todo esto no sólo provoca una disociación con el entorno natural del hombre, distanciándolo aún más de su esencia, sino que al transformarse en un fin efectista y superficial se aleja profundamente a la técnica de su verdad que, según Heidegger es producir el desocultamiento.
Paralelamente, en los últimos años, surge un concepto antagónico al de "high-tech": el "low-tech". Una arquitectura que hace hincapié en el aprovechamiento al extremo de los escasos recursos disponibles para crear un producto en el que la sofisticación esté plasmada en el hecho proyectual y no en el objeto acabado. Pero existe una paradoja implícita en la expresión "low-tech". Desde la modernidad, la tecnología se ha identificado con el progreso y el futuro, con los mayores y más amplios desarrollos técnicos, con el estadio más avanzado del conocimiento de la sociedad en la cual surge. Una tecnología "baja" casi ha perdido el derecho a llamarse tecnología. Simultáneamente, el desarrollo tecnológico y científico pulsa al ritmo de la circulación económica de lo que Fredric Jameson ha denominado la tercera fase del capital, ligada no ya a los medios de producción sino a los de reproducción. En este contexto, la adopción de la baja tecnología por parte de los arquitectos introduce un aspecto necesariamente político. Cualquier propuesta basada en ella llevará implícita las tensiones entre el paradigma "occidental" forjado al calor de la expansión tecnológica y los modos alternativos de pensar la realidad. Ante todo, el recurso a la low tech ejercita una distancia crítica, permitiendo miradas descentradas sobre el mundo en que nos toca vivir. La opción consciente de la low tech genera un cuestionamiento contundente a la superioridad política y estética que pretende fundarse en una supuesta superioridad técnica. Aldo Van Eyck afirmaba estar a la búsqueda de una baja tecnología (low tech) o sea una tecnología capaz de resolver las mas sofisticadas exigencias de la arquitectura contemporánea aunque también capaz de superar la concesión lineal y simplista de progreso.
Este tipo de arquitectura ha encontrado un eco importante en Sudamérica, en autores como Solano Benítez o Rafael Iglesia, que buscan la producción de conocimientos a partir de investigaciones relacionadas con lo tectónico. Sin embargo, dentro de lo beneficioso que aparentemente resulta éste tipo de arquitectura, encontramos un goce estético ligado a la aparición de la materialidad y a la sensación que esto produce, que si bien parece genuino ya que, en términos de Heidegger, al desocultarse aparece la verdad del material, no deja de producir una fascinación estética (al menos entre los arquitectos) similar a la producida por el high tech. Esto puede tornar contraproducente a esta arquitectura que goza de cada vez más adeptos por estas latitudes, ya que se desvía la atención hacia los efectos estéticos del low tech y no hacia el potencial de este tipo de arquitectura para resolver los problemas del hábitat originados por las crisis sociales que afectan a los países subdesarrollados.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Alguien termino de leer todo?

Anónimo dijo...

si esta bonito