domingo, 14 de octubre de 2007

El significado de un chicle


El chicle o goma de mascar, es probablemente la golosina infantil más conocida entre los niños del mundo y entre los no tan niños, su uso y disfrute sobrepasa los límites de la edad.
Todos comemos chicle en diversas circunstancias y lugares, para matar el tiempo cuando esperamos algo o alguien, para concentrarnos mientras conducimos, o simplemente porque contiene los sabores más insospechados simples o mezclados: naranja, limón, plátano, regaliz con menta, limón con vainilla,… aunque antes de tales sofisticaciones en la elaboración y construcción de nuevos sabores están los genuinos y más simples: fresa y menta.

Los chicles son instrumentos sociales, para compartir, hacer amigos y excusa para relacionarse. Se han convertido también en un elemento que pueden formar parte de la higiene bucal: “recomendados por especialistas en la materia”, también con efecto blanqueador, es decir, estético; aunque no sustitutivos del siempre recomendado cepillado de dientes tras las comidas. Sin embargo se recomiendan para “salivar” o fabricar saliva y ejercitar la articulación mandibular y tonificar la musculatura que la rodea. También ha entrado a formar parte de la farmacopea, como vía de administración para fármacos contra el mareo y como forma de sustitución del tabaco, cuando se le introduce nicotina en su composición.

El chicle es un elemento versátil, que forma parte del mundo occidental. Sin embargo, aparte de las utilidades o aplicaciones prácticas actuales en diferentes ámbitos de la vida cotidiana, al hecho de masticar o mascar chicle en según qué contextos, se le pueden atribuir significados diferentes.

Hace pocos días tuve la oportunidad de comprobar los efectos devastadores que provocó un chicle durante un acto público y multitudinario, al cual asistían personas de diferentes lugares, edades, estatus sociales, profesiones,… pero con un objetivo común, el objetivo de convocatoria de dicho acto. Al finalizar la gran reunión, alguien tomó la palabra y se dirigió a la multitud mientras masticaba chicle sin subterfugios. Una voz recorría la concentración de personas que escuchaban: ¿Quién es el del chicle?,… ya podía sacarse el chicle… no deja de masticar chicle con la boca abierta ¿pero que está diciendo?... ¿de qué va el del chicle?... El efecto de masticar chicle de forma descarada fue mayor que la palabra emitida, que el mensaje de solidaridad, anuló el significado de su intervención agradeciendo la asistencia a la multitud. Toda la atención del público se centró en una boca llena de chicle que no paraba de moverse en el acto de marear la goma de mascar,… parecía casi obsceno. En algún momento empezaron a oírse voces con el mensaje “tira el chicle”, “que se calle el del chicle”.

El acto de masticar chicle conlleva un significado social, un significado ligado a una imagen pública. Vivimos en un mundo en el que la imagen que se da en público impera sobre el contenido. Aunque que duda cabe que en muchas ocasiones nuestra imagen habla de cómo somos, quienes somos; no siempre existe una correspondencia certera entre forma y fondo, entre continente y contenido, entre el significado atribuido a un chicle y el que realmente tiene para el que lo mastica.


I. López

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