Cultura: La parodia del amor cortés en la Celestina:

LA PARODIA DEL AMOR CORTÉS EN LA CELESTINA
(Estado de la cuestión)

Zenaido Velázquez Fuentes
(tomado de La Guirnalda Polar www.lgpolar.com)

Desde principios de la primera década de este siglo XXI, June Hall Martín1 ya debatía con J. M. Aguirre 2 acerca del carácter paródico del amor cortés en La Celestina. Aguirre defiende un planteamiento no muy claro, pues a la vez que pretende demostrar que Calisto y Melibea “son ejemplos típicos del galán y la dama cortesanos…”, afirma que “el drama de Rojas es la obra capital de la literatura anticortés española” (cita de Martin), y que “Calisto…un amante cortés más o menos ideal…sólo quebranta la ley de la discreción al confiar su amor a ‘extraños” (paráfrasis de la misma autora).
Cuestiona Martin: “si aceptamos, entonces, la idea de que la Celestina se escribió efectivamente dentro de las convenciones del amor cortés, la principal pregunta que suscita el libro de Aguirre es si hay que tomar a Calisto como un verdadero amante cortés, como sostiene el propio Aguirre, o si se trata de una parodia”. Si este fuese el caso “¿cómo se logra la parodia? ¿Y a qué fines sirve?” (p. 505), se pregunta Martin, para llegar a una definición del concepto. Así, deduce que , la parodia, a) “…requiere una semejanza mínima con el original”, sea éste “una obra” o “una convención”; b) el estilo del autor se vacía de contenido, o con base en “un estilo deficiente” se reescribe “una buena obra con un mal estilo”, o “una convención idealizada” se sitúa “en medio del mundo real”. Esta autora resume que “(e)n cada caso, se altera algún elemento esencial para dejar al descubierto una convención, un estilo, etc., bajo una luz humorística y a menudo didáctica” (p. 506).
Calisto denota el estilo del amante cortés “en la mayoría de sus parlamentos”, su acercamiento a Melibea es al estilo de “Andreas Capellanus en el De Amore”3 –advierte Martin- ; “sufre el… mal de amores… (y) sin embargo, a lo largo de la obra se muestra ridículo como amante cortés. ¿Por qué? ¿Qué falta? ¿En qué se diferencia Calisto del amante cortés ideal?” (p. 506), se pregunta la escritora. Enseguida enumera ejemplos para demostrar la no autenticidad de Calisto como amante cortés. De este modo, descubre que la diferencia esencial entre el mundo del amor cortés y el mundo del fuego de la pasión sexual de Calisto, víctima del deseo, estriba en que Calisto intenta imitar al amor cortés, y al hacerlo lo convierte en parodia.
En su síntesis, Martin delimita su diferencia fundamental con Aguirre y echa por tierra sus argumentos:
Y es precisamente en este punto en el que mis opiniones difieren
claramente de las de Aguirre: lo que Rojas ataca no es tanto al ver-
dadero amante cortés como al falso –aquel que finge ser lo que no
es- . Aguirre sostiene que Rojas distingue entre el “amor cortés” de
Calisto y el “amor impuro” de los criados y, sin embargo, todos los
mecanismos del autor para arrancarle la máscara a Calisto terminan
por reducir a los personajes, sin tener en cuenta su posición social,
a un sólo nivel 4.

De este modo, Martin concluye el debate, superándolo al dar respuestas a sus preguntas iniciales: “¿Qué finalidad tiene la parodia del amante cortés…dentro de la obra?”. Su respuesta es: “El autor prueba que el amor carnal, la cupiditas, el sexo por sí mismo es una fuente de felicidad frívola e insustancial” (p. 521). Tal es el “elemento funcional”, y eficaz, de la parodia en el “marco didáctico global”.
Cuando en el 2009 aparece la obra de Yolanda Iglesias, Una nueva mirada a la parodia de la novela sentimental en La Celestina5, encontramos allí las más recientes aportaciones al tema que, contradicen, esclarecen y profundizan algunos aspectos que otros estudiosos han abordado anteriormente. Para elaborar sus tesis, Iglesias se apoya en los trabajos de June Hall Martin 6, Margaret Rose 7, Linda Hutcheon 8, Tuá Blesa 9, José Domínguez Caparrós 10 y Luis Beltrán Almería.11
Alan Deyermond 12, John Devlin 13, June Hall Martin, Dorothy Severin 14, María Eugenia Lacarra 15 y Peter Russell 16 “coinciden en que La Celestina parodia, de alguna forma, el amor cortés”, nos dice Iglesias. Sin embargo, encuentra tres tópicos en los que existen diferencias entre estos investigadores, y son los que esta autora va a abordar para construir su propia teoría: qué aspectos son parodiados, qué personajes escapan de la parodia y los motivos que tuvo Rojas para escribir La Celestina.

¿LA PARODIA RECORRE TODA LA OBRA O SÓLO UNA PARTE?
Sostiene Iglesias que todos los aspectos del amor cortés son parodiados, desde el principio de la obra hasta el final:

–“(L)a declaración que hace Calisto a Melibea de su ‘loco amor’, sin respeto” ni consideración hacia la mujer que supuestamente a Melibea corresponde con ligereza “se dirige a él con plena confianza…y le instiga, con preguntas que no corresponden a una dama de su clase, a que prosiga con su declaración de amor” (p. 78).
–“Rojas invierte y distorsiona el ambiente clásico de los amantes corteses y diseña para Calisto y Melibea un mundo donde no hay príncipes ni princesas, ni sabios abogados, ni fieles servidores, sino criados infieles y egoístas, asesinos, alcahuetas y prostitutas” (p. 79).
–El lenguaje. Rojas distorsiona el lenguaje cortés al permitir que lo utilicen los estamentos bajos e incultos; al combinar el lenguaje vulgar con el culto. Calisto usa el lenguaje cortés indistintamente para las mujeres; Sempronio utiliza un lenguaje cortés más elevado que su amo Calisto; este no alcanza las virtudes de ennoblecimiento del amor que dice sentir por Melibea.
–Con la muerte de Melibea, Pleberio, trastocando los roles, es la madre que llora a su hija. “Rojas ha invertido, en todas sus facetas, el papel del padre cruel…Pleberio y Alisa son una parodia de los padres de la novela sentimental, quienes se caracterizan por ser atentos protectores de la honra de su linaje” (p. 104).
–Las causas de las muertes de Sempronio, Pármeno y Celestina y cómo suceden ”es parte de la parodia de la figura de Calisto como amante cortés”, puesto que, con ello su nombre queda “manchado, sus artimañas al descubierto y sus ilícitos amores con Melibea en boca de todos…(n)o obstante, Calisto, el más cobarde de los amantes, no se atreve a dar la cara para proteger ni su honra ni la de su amada” (p. 106).
Estas son algunas partes resumidas más relevantes de cómo Yolanda Iglesias fundamenta su posición acerca de que, todos los aspectos del amor cortés en La Celestina son parodiados:
Así pues, Rojas parodia todos los aspectos del amor cortés en La Celestina,
sin que nada ni nadie se libre de su aguijón desde el inicio hasta el final 17.

¿ALGUNOS PERSONAJES ESCAPAN DE LA PARODIA O NINGUNO?
Para este apartado, Iglesias hace un recuento del estado de la cuestión existente hasta entonces:
Severin “opina que Calisto es parodiado sólo hasta el auto XIV, momento después de su primera relación sexual con Melibea, y luego, pasa a ser un personaje serio” (p. 20). Peter Russell también comparte esta idea “aunque difiere en cuanto al motivo por el cual Rojas habría abandonado la parodia” (p. 22). Lacarra no está de acuerdo con ellos y plantea que “el carácter paródico de Calisto se mantiene hasta su muerte. Lo cual resulta de su atolondramiento, rasgo que le ha caracterizado a lo largo de toda la obra” (p. 20).
En su análisis, Iglesias refuerza esta tesis de Lacarra respecto a la parodia de Calisto, y agrega:
Como ocurre en la novela sentimental, después de la consumación
sexual viene la tragedia y eso va a pasar con los amantes de La Ce-
lestina pero en circunstancias muy distintas. La muerte de Calisto es
una parodia de la del amante de la novela sentimental pues las cir—
cunstancias de su muerte no son trágicas sino antiheróicas y hasta
cómicas…La forma en que muere Calisto es una parodia de los mo-
mentos finales de los amantes de la novela sentimental, quienes
perdían la vida por amor 18.

Estos son algunos de los planteamientos que Iglesias agrega a los de Lacarra, para demostrar que Calisto es parodiado de principio a fin y no sólo hasta el auto XIV, como aseguran Severin y Russell. Continuamos con el estado de la cuestión de Iglesias:
“Aunque Martin nota que en algunos casos Melibea no parece ser una amada cortés perfecta, dice estar de acuerdo con Aguirre en que se comporta como una dama y, lo que es más importante, opina que ‘sale bien parada de los azotes de la parodia” (p. 23). “De la misma opinión es Severin, quien indica que Melibea no es ‘una figura paródica en la obra, sino el retrato, que convence psicológicamente, de una joven que se enamora hasta el punto de la perdición”.
“Lacarra no está de acuerdo con aquellos críticos que ven a Melibea ‘como la figura trágica de la obra, una heroína rebelde a quien la parodia no toca’. Lacarra puntualiza que Melibea no se libra de la parodia, como tampoco se libra Calisto, puesto que las diferencias que la separan de Laureola son las mismas que las que separan a su amado de Leriano. Lacarra subraya que desde la primera aparición de Melibea puede verse con claridad que se trata de ‘una joven coqueta’, ‘apasionada’ y ‘buena conocedora del lenguaje codificado del amor cortés, pero cuyas reglas no sigue” (p. 23), parafrasea Iglesias; luego agrega de su peculio, proponiendo un nuevo ángulo de Melibea, en el cual no sólo es azotada por la parodia, sino aguijoneada, arrastrada y revolcada por ella.
Así entonces, Melibea resulta ser, incluso una modelo de dama anticortés:
A Melibea lo que le preocupa es que Calisto pueda creer que es una dama
fácil, que no muestra el recato que se esperaba de ella…Lo cierto es que…
quiere que Celestina siga hablando de Calisto…Melibea, consciente de que
su forma de proceder no es propio de una dama, advierte a Celestina que no
dé parte de lo que pasó a Calisto ‘porque no me tenga por cruel, o arrebatada
o deshonesta’ (p. 83)…su impaciencia hace que no pueda esperar que vuel-
va la alacahueta y manda a Lucrecia a buscarla, pues teme perder a Calisto
si éste piensa que se está haciendo rogar (p. 84). Melibea dice que fue cauti-
vada por Calisto desde que le vio, antes de que se presentase Celestina con
su hilado, lo que prueba que nada tuvo que ver el conjuro para que se ena–
morase de Calisto 19.

QUÉ MOTIVOS TUVO ROJAS PARA ESCRI BIR LA CELESTINA.
Iglesias nos transcribe la posición de Deyermond: “(E)s probable que (Rojas) deseara criticar el amor cortés, ya que su parodia del amante cortesano en Calisto no es benévola en ningún caso” (p. 29). En cambio Severin, afirma Iglesias, “expresa que el propósito de Rojas, después de encontrar el auto 1 y decidir terminarlo, era de orden estético y artístico, ya que lo que quería era un texto que divirtiese y desencantase a los pobres amantes que no dejaban de sufrir” (p. 29). “Lacarra, por su parte –continúa Iglesias-, señala que el propósito de Rojas al continuar el auto que encontró consistía en respetar ‘la finalidad didáctica que dice haber obtenido de su lectura y relectura, así como emular el estilo sentencioso, de una parte, y desenfadado, de otra, que el primer autor dio a su obra (p. 30).
Contraponiéndose con estas afirmaciones, Iglesias sostiene que
Las intenciones de Rojas al hacer una parodia eran innovar, divertir al
público y hacer una crítica literaria de la novela sentimental, y no refor-
mar las malas costumbres ni dar consejos moralistas a los jóvenes ena-
morados como ha presupuesto una gran parte de la critica. El resultado
al que llega Rojas tras cuestionar el estilo literario y la falta de verosimi-
litud de la novela sentimental, las reglas del amor cortés y su retórica es
un nuevo género de carácter innovador, algo muy diferente de lo que
había hasta el momento 20.

Iglesias cree que la parodia de Rojas resalta las deficiencias de la novela sentimental, y aclara que, aunque esta obra tiene el esquema de esta novela, no lo es; tampoco una imitación; lo que hace es utilizar esas mismas estructuras para cuestionarlas graciosamente.

Zenaido Velázquez Fuentes.

.Notas
1 (Martin, June Hall. Calisto y la parodia del amante cortés. Estudios sobre La Celestina, Santiago López-Ríos (ed.), Ed. Istmo, 2001, Madrid)
2 (Aguirre, J. M. 1962. Calisto y Melibea, amantes cortesanos.. Zaragoza. Almenara.)
3 Andrés Capellán (Andreas Capellanus). 1992. Tratado del amor cortés. Introducción, traducción y notas de Ricardo Arias y Arias. México: Porrua.
4 Martin, op. cit., p. 521.
5 (Iglesias, Yolanda. Una nueva mirada a la parodia de la novela sentimental en La Celestina. Iberoamericana, 2009, Madrid)
6 Martin, op. cit.
7 Margaret A. Rose, 1979. Parody / Metafiction: an Analysis of Parody as a Critical Mirror to the Writing and Reception of Fiction. London: Croom Helm.
8 Linda Hutecheon. 1985. A Theory of Parody. The Teachings of Twentiech-Century Art Forms. New York: Methuen.
9 Túa Blesa. 1992. “Parodia: Literatura”. En Actas del IX Simposio de la sociedad española de literature general comparada. I: la mujer: elogio y vituperio; II: la parodia; el viaje imaginario. Ed. Túa Blesa et all. Zaragoza; Universidad de Zaragoza.
10 José Domínguez Caparrós. 1994. “Sobre funciones literarias de la parodia”. Actas del IX Simposio de la Sociedad Española de Literatura General y Comparada. Vol, 2: 97-103.
11 Luis Beltrán Almería. 1994. “Notas para una teoría de la parodia”. Actas del IX Simposio de la Sociedad Española de Literatura General y Comparada. Vol. 2: 49-56.
12 Alan Deyermond. 1999. Historia de la literatura española. L a Edad Media. 18º ed. Vol. 1. Trad. Luis Alonso López. Barcelona: Ariel. (Originalmente publicado en inglés con el título A Literary History of Spain. The Middle Ages. New York: Barnes and Noble. 1971).
13 John Devlin. 1971. “The Celestina”: a Parody of Courtly Love. Toward a Realistic Interpretation of “Tragicomedia de Calisto y Melibea”. Madrid: Anaya.
14 Dorothy Sherman Severin. 2005. Religious Parody and the Spanish Sentimental Romance. Newark, Delaware: Juan de la Cuesta.
15 María Eugenia Lacarra. 1990. Cómo leer “La Celestina”. Madrid: Júcar.
16 Peter Russell, ed. 2001. “Introducción”. En La Celestina. Comedia o Tragicomedia de Calisto y Melibea. 3ª ed. (revisada). Fernando de Rojas. Madrid; Castalia. (Primera edición: 1990).
17 Iglesias, op. cit., p. 107.
18 Ibid. p. 98.
19 Ibid. p..p. 83 y 84.
20 Ibid. p. 109-

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