el Madrid de posguerra

Entre 1950 y 1955 lleva a cabo los estudios de Bellas Artes de forma brillante, acaparando buen número de premios.

De la Escuela proceden sus amistades en el mundo de las artes; allí coincidiría con María Moreno -también pintora, con la que se casará en 1961-, Lucio Muñoz o Enrique Gran -cuya carrera ha discurrido después ligada a la abstracción-, así como con los escultores Julio y Francisco López Hernández.

Estos dos últimos, junto con Amalia Avia, Isabel Quintanilla y el propio Antonio López, integran un grupo realista afincado en Madrid que empieza a ser reconocido como tal a partir de los años sesenta, por más que ellos insistan siempre en que su relación es amistosa más que programática.



El Madrid de la posguerra estaba muy aislado del panorama internacional de las artes y la cultura, y toda la información a la que tiene acceso Antonio López en esa época sobre arte moderno -y buena parte del antiguo- se reduce a escasos libros ilustrados de la biblioteca de la Escuela o procedentes de Argentina que los jóvenes inquietos pasaban de mano en mano; así debió de conocer por vez primera la obra de Picasso y otros grandes artistas de la vanguardia histórica.



En 1955, una beca le permite viajar a Italia con Francisco López y allí surge una cierta decepción ante la pintura italiana del Renacimiento -por la que hasta el momento sentía gran interés-, revalorizando la pintura española que había podido ver a sus anchas en el Museo del Prado, especialmente Velázquez, una referencia constante, junto con Vermeer, de su concepción artística.

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