lunes, 13 de agosto de 2007

Ver y no ver



Oliver Sacks además de ser un reputado neurólogo es un consumado escritor capaz de crear maravillas como "Despertares", "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero", o "El tío Tugnsteno". Hoy les recomiendo un libro en el que describe varios casos clínicos, similar al del sombrero, "Un antropólogo en Marte". Se podría decir que en este trabajo se describen siete casos clínicos, pero esto sería una tremenda injusticia.




Sacks no es un médico que sólo vea la enfermedad, el ve pacientes, personas con una limitación que afecta a su vida seriamente. Cuando describe un caso el sujeto principal siempre es el paciente, nunca la enfermedad. Y esto no hace que la rigurosidad de la descripción del problema neurológico se resienta, sino todo contrario, el retrato de la enfermedad y los síntomas se enriquece al ser enmarcado en el entorno vital del paciente.


Para los que no hayan leído nunca un libro de Oliver Sacks voy a tratar de resumir uno de los casos descritos en el libro. Espero transmitir algo de la maravillada mirada a los mecanismos más íntimos de la mente humana, pero renuncio conscientemente a reflejar la tremenda humanidad del texto original, simplemente me reconozco incapaz de llegar allí donde Sacks se mueve con absoluta sencillez y profundidad.


En el capítulo "Ver y no ver" se reflexiona sobre el proceso de la visión a partir del caso de un hombre de cincuenta años prácticamente ciego desde la niñez debido a un problema de cataratas. Un buen día gracias a una operación realizada por un diestro oftalmólogo este señor recupera la función de los ojos, pero una vez que sus ojos vuelven a funcionar, ¿consigue él ver con normalidad? El sentido común nos dice que sí, que todo lo que se necesita para ver es un par de ojos, pero no es así. Al parecer existe un periodo crítico en el que debemos abrir los ojos y utilizarlos para familiarizarnos con ellos, si este periodo pasa no podremos aprender a ver con facilidad. Existen periodos críticos similares en otras muchas facultades humanas, como por ejemplo el oído o el lenguaje. Este último ya lo mencionamos en una entrada previa.


La alegría del paciente al recuperar la vista después de tantos años debió de ser inmensa, pero por desgracia no duró demasiado. Según describe el paciente al quitarle las vendas de la operación vio, sí, pero una mezcla de movimiento, color y luz en un remolino sin sentido. La retina funcionaba, pero el cerebro no había aprendido a interpretar lo que veía. A pesar de eso disfrutó de su nuevo mundo lleno de colores y movimientos aunque nunca llegó a entenderlo del todo. No entendía las distancias, confundía lo próximo con lo lejano, las sombras le dejaban perplejo e incluso confundía a su perro y su gato si no los tocaba. Del gato veía sus partes, las patas, la cola, las orejas, pero no veía un conjunto integrado, un gato completo.
Los ciegos viven en el tiempo, sus impresiones son secuenciales, primero una cosa y después otra. Los que vemos vivimos en el espacio, una cosa a la izquierda y otra a la derecha. La mera idea del espacio es extraña para ellos. Para esta persona las formas eran muy difíciles. Sobre todo entender que un mismo objeto tiene apariencias distintas desde distintos puntos de vista. Esto lo aprendemos siendo niños sin aparente esfuerzo, a pesar de ser un problema computacionalmente muy complejo.
Y un mayor reto todavía lo presentaban los objetos animados, como por ejemplo las expresiones faciales. Tampoco comprendía las representaciones bidimensionales de los objetos y no era capaz de reconocer a la gente en las fotografías.
En el texto se hace referencia a otros pacientes enfrentados al reto de empezar a ver siendo adultos. Muchos de ellos ante la fatiga que les produce la visión deciden volver a comportarse como ciegos y se niegan a ver. Se les exige un cambio muy grande, pasar de un mundo en el tiempo a un mundo en el espacio.


Pero en el libro no se habla solamente de este caso, este es uno más de los 7 descritos de modo que si le interesa echar un vistazo al funcionamiento del ser humano puede subirse a los hombros de este gigante y disfrutar del paisaje retratado en "Un antropólogo en Marte". Aviso a los lectores de este blog que no será esta la última vez se hable de Oliver Sacks.


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