lunes, 22 de junio de 2009
Una amiga muy querida me ha mandado este texto Por casualidad ha caído en mis manos, pues me llegan tantos, que no siempre los abro todo, después de leerlo se me ha puesto la carne de gallina, es una conversación peculiar y un poco extensa pero vale la pena llegar al final, es realmente hermoso, que lo disfrutéis. - Dime, si tuvieras que poner un color al amor, ¿qué color le pondrías? - A ver... ¿el rosa? Ya sé que es un poco cursi, pero es el color que se suele asociar al amor. ¿Cuál dirías tú? - El color blanco. - ¿Blanco? No sé... El blanco se suele asociar tanto a la candidez y a la pureza que no sabría decirte si elegiría nunca ese color para el amor. - Según tu explicación, no sería mala elección. ¿No ansiamos siempre el amor puro? - Sí, tú mismo has dicho que eso es lo que ansiamos... Pero es que el amor realmente incluye tantas cosas que, calificarlo simplemente como puro, es un poco arriesgado. - Te doy toda la razón... - Entonces, ¿por qué tú lo asocias con el blanco? - Contéstame tú antes a una pregunta, ¿qué es el arco iris? ¿De dónde sale? Porque a estas alturas no creerás en esa historia del caldero de oro, ¿no? - No, no me la creo... A ver, el arco iris, si no recuerdo mal de las clases del colegio, es la descomposición de la luz blanca en siete colores al atravesar las gotas de agua... Por eso siempre se ve cuando, inmediatamente después de la lluvia, aparece el sol. - Muy bien; ahora piensa un poco y verás que tú mismo has respondido a la pregunta. - A ver, ¿me estás diciendo que asociarías el amor con el color blanco porque en realidad el amor se compone de siete colores? - Sí, eso mismo. - ¿No es complicarse mucho?... El amor es amor y ya está... - Pero ¿de qué se compone el amor?... El amor es rojo, rojo como la sangre que él mismo necesita para existir. Piensa que si la sangre se para en nuestro cuerpo, morimos, porque es fuente de vida, nos alimenta, nos impulsa, acude a las heridas, las cura... ¿Y en el amor? Ante una mirada de amor, la sangre nos hace ruborizarnos; cuando sentimos amor, nos corre la sangre; en el fervor del deseo, nos hierve la sangre; en la culminación de la pasión, la sangre acude. Amor y sangre siempre van parejos porque el uno sin la otra no es nada. Por eso, el rojo del arco iris está presente en el amor. - Pero, entonces, ¿no bastaría con decir que el amor es rojo? - Déjame que continúe, por favor... - Te escucho atento. - El amor no es sólo rojo; es también naranja como... - Como las naranjas. - Sí, eso es lo que iba a decir yo. Pero ¿por qué? - ¿Porque son jugosas? Claro que también las hay secas... No sé, dime tú. - Si te ofreciera una naranja dulce y una amarga, ¿cuál escogerías? - La dulce, por supuesto. - Y si te digo que esa naranja sabrosa tiene un gajo amargo, ¿la elegirías igual? - Sí, claro. Si me dices qué gajo es, lo tiro; y si no sé cuál es, lo morderé, lo escupiré al descubrir su amargor y después me quitaré ese mal sabor de boca con otro gajo dulce. - Pues eso es el amor; elegir lo que tú crees mejor a pesar de problemas, de inconvenientes, de pegas o de conflictos. Y una vez hecha tu elección, intentar alejar de él todo aquello que pueda quitarle su dulzura especial, todo aquello que pueda herirlo. Pero, sobre todo, si no es posible evitar un momento amargo, que nunca un solo sinsabor te haga renunciar al amor. El cariño del amor ha de servir para vencer las dificultades y nunca rendirse ante ellas. - Creo que empiezo a entenderte. ¿Y el amarillo? El amor es amarillo como... ¿qué? - Amarillo como el sol. - Dudaba entre si ibas a decir amarillo como el sol o como el oro. - ¿El oro? No, no, no, como el oro, no. El oro es maleable; igual que tú lo puedes modelar a tu antojo, también pueden hacerlo los demás. El oro se ensucia y tienes que pulirlo para volver a verlo brillante; pero, ¿sabes que pasa entonces? Que cuanto más lo frotas, más brillo le das, pero también más se desgasta. El amor es amarillo, sí, pero amarillo como el sol... A ver, dime, ¿qué me puedes decir del sol? - Pues el sol es una estrella, giramos a su alrededor, nos da luz, calor... - Eso mismo; giramos a su alrededor, nos tiene atrapados en su gravedad pero, sin embargo, no nos atrae hasta el punto de hacernos caer sobre él y destruirnos. El sol nos ilumina, nos calienta... Pero, ¿y de noche? ¿Ya no hay sol? ¿Dónde se va cuando se oculta? - El sol está al otro lado del mundo, dando más luz y calor. - Pero eso tú no lo ves... - No, no lo veo, pero es así, sabemos que es así. - Y nosotros al sol, ¿qué le damos? - Pues nada, ¿no? No le damos nada. - Exactamente lo mismo que pasa con el amor... El amor da y da y da; siempre da y no pide nada a cambio. Y además, aunque no seamos capaces de ver cómo nos da, sabemos que siempre lo hace. - Con eso, lo que me estás diciendo también es que las demostraciones de amor no deberían ser necesarias. - Bueno, bueno, ese es un tema algo más peliagudo. En algo tienes razón, en que el amor en principio no se demuestra; pero, dime, ¿quién no ha necesitado ver aunque sea un tímido rayo de sol después de tres días seguidos lloviendo? Y sabes que el sol sigue allí, por encima de las nubes, pero... - Pero necesitamos verlo con nuestros propios ojos. - Sí, exacto. Por eso, igual que el amor necesita el amarillo para completar su propio arco iris, nosotros necesitamos verlo. Contéstame a esto, ¿cuándo lo vemos? ¿Cuándo podemos contemplar el amarillo del sol? - Sólo lo podemos ver cuando el cielo es azul... - En un día claro y despejado el sol brilla en el cielo, pero en un día gris y lluvioso, podemos suponer que detrás de las nubes está el sol, pero verlo, no lo vemos. Lo mismo pasa con el amor; cuando el amor es azul, cuando es transparente y confiado, es capaz de apreciar el más mínimo gesto que por él se haga. Si no confiamos en el desinterés del amor, dudamos de todo y buscamos casualidades donde tan sólo hay causalidades. Precisamente el amor es también azul, porque el sol tiene su marco perfecto en la nitidez del cielo. - Y eso querías decir antes cuando has dicho que el tema era delicado; si creemos en el amor, el sol siempre brilla, lo veamos o no. - Veo que vas cogiendo la idea... Y si mezclamos el amarillo, o sea la generosidad desinteresada, con el azul, o sea la confianza, ¿qué tenemos? - Mezclando amarillo y azul se consigue el color verde. Y mezclando el dar y la fe... ¿qué se obtiene? - Venga, te voy a dar una pista... Amar es no tener que decir nunca... - ¡¡Lo siento!!... Esa película la vi. - No, no, no. ¿Acaso los enamorados no se pisan al bailar? Si después del pisotón, no llega un lo siento, mal te veo, muchacho... - Vaya, te tengo que volver a dar la razón. Entonces, ¿qué es lo que hay que callarse cuando se ama? - Amar es no tener que decir nunca gracias, porque uno da y el otro recibe, y el que da lo hace desinteresadamente, en nombre del amor, y el que recibe lo acepta también porque sabe que llega en su nombre. En el amor caben los gestos, sobran las palabras. Por eso, en el arco iris, el verde siempre aparece entre el amarillo y el azul, porque cuando el verde desaparece del amor, significa que no somos capaces de entender que nos dan porque nos aman y no, que nos aman porque nos dan. - Lástima que sólo haya siete colores porque me están gustando tus explicaciones. ¿Cuál toca ahora? - El siguiente es el añil. Y ya sabes el dicho, “en añil, amores mil”. - No fastidies... - No fastidio, no... Eso ha sido una broma y no lo ha sido. Te explico... El amor es añil como la tinta de los bolígrafos con los que de pequeños dibujábamos los primeros corazones y con los que luego, de mayores, escribimos cartas de amor apasionadas. Porque el amor es inocencia y es experiencia; es juventud y es vejez; es sabiduría y es ignorancia; es pretender saber y desear desconocer; es razón y es locura; es dar y es entregar. - Por eso decías lo de amores mil. - Exacto. Hay mil amores en uno, igual que con un solo bolígrafo puedes escribir todo aquello que te dicte tu corazón, pero también la más dura lógica. - Entiendo... Ya sólo nos queda un color, ¿no? - Sí, el violeta. - Ahora me dirás que el amor es como una flor y te habrás vuelto cursi. - Sí, como una flor, pero la flor de las violetas... ¿Sabes que la violeta florece todo el año pero de vez en cuando descansa y luego, cuando vuelve a florecer, lo hace con más fuerza que antes? - Vamos, que el amor necesita un respiro de vez en cuando. - No, no un respiro para descansar, sino un pensamiento para respirar. El amor tiene una componente irreflexiva, ilógica, absurda, loca; lo que siempre llamamos la ceguera del amor. Pero, ¿acaso no amamos más cuando conocemos? - También pueden nacer pasiones sin conocer muy profundamente, ¿no crees? - Claro que sí, pero para eso ya tenemos el rojo. El amor también ha de pensar... Por ese motivo el violeta es el último color del arco iris, porque de él se nutren todos los colores, igual que él se alimenta de ellos. - Y cuando se van los colores y todo se ve negro... ¿Qué queda entonces? ¿La nada? - Si nada quedara, nada se podría volver a construir. El negro no es que no hay luz, el negro es ausencia de color. Los colores se retiran pero siguen estando, ocultos, escondidos, esperando poder volver a asomarse y, cuando por fin lo hacen, aparece otra vez el amor. - Un momento, que hay algo que no acabo de entender. Los colores del amor... ¿cómo se ocultan? - Por hoy ya es suficiente. Otro día te hablaré de eso. Otro día te hablaré de mí. - ¿De ti? Pero, ¿quién eres tú? - ¿Aún no lo sabes? Pensé que me reconocerías porque ya me has visto antes... - ¿Seguro? - Sí, seguro que me conoces bien. Yo soy el rojo que no supiste hacer que circulara; el amarillo que exigiste poder ver; el violeta que no supiste hacer florecer de nuevo; el gajo amargo de la naranja que no supiste escupir; el verde de ese gracias que dijiste; el azul que convertiste en gris; y también soy el añil de esa carta que nunca llegaste a escribir. Yo soy el escondite de los colores y, mientras están en mí, soy su refugio y su guardián. Soy el que siempre está latente, pero nunca debemos hacer presente. Yo soy tus dudas, tus temores y tus desconfianzas. Yo soy... el desamor. - ¿El desamor? Pero, ¿por qué? ¿Por qué me cuentas esto? ¿Quién te envía? - Tú sabes quién me envía... Yo soy el arco iris que él pintó para ti y tú se lo devolviste teñido de gris.

2 comentarios:

  1. Me podrias decir quien es el autor del texto que lo llevo buscando mucho tiempo
    Muchas gracias y buena eleccion con este texto es muy bonito

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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ASI SOY YO

La vida te va enseñando y caminas a medida que pasa el tiempo con paso más firme, no tengo duda de los amigos y de los enemigos....Qué se cuiden.

Mis cosillas

Bueno, la vida te da sorpresas, sino no estaríamos vivos, hace tiempo que llevo pensando hacer un blog muy particular, que tiene de particular, pues es muy sencillo, sencillamente, he decidido ir poniendo cosillas aquí, hacía tiempo que lo llevaba pensando y quería ser constante, difícil propuesta para una persona como yo con tantas y tantas ocupaciones, quiero que sea lo más personal posible, quiero poner un sitio así en la web, para que sea aún más personal de lo que creo que es.
Iré poniendo lo que piense en ese momento, lo que odie en ese momento, lo me asquee en ese momento... y si alguna vez pasa, lo que me alegre también.
Pero bueno, como dice el dicho (valga la redundancia) : "Vísteme despacio que ciento volando".
Muchas gracias a todos los que entráis y dejáis vuestro saludo, y a quienes no lo hacéis también
Hoy, no me rayo mucho, será que hace mucho frío, será la cantidad de cosas que tengo que hacer y no hago (por culpa del frío), será será será...
No prometo escribir todos los días más que nada porque NUNCA prometo nada, pero intentaré dejar algo escrito de vez en cuando, es como todo, habrá temporadas mejores y peores...

La vida

La vida es un largo camino que esta lleno de equivocaciones. por suerte,también tenemos la posibilidad de darnos cuenta y tomar medidas para no volver a caer en lo mismo. de nada sirve adoptar una postura rígida cuando, desde lo mas profundo de nuestro ser, sentimos que le hicimos daño a quien mas amamos, o simplemente, nos comportamos en forma errónea, y para poder ganar el respeto ajeno, es necesario expresar lo que nos pasa,esconder el dolor, no solo genera un gran remordimiento, sino que nos trasforma, frente a los otros, en personas irresponsables y sin interes por lo que provocamos con nuestras actitudes, ¿como hacer para admitir que estuvimos mal? esto significa que debemos aceptar lo que hicimos, sin dejarnos ganar por el sentimiento de culpa, que solo paraliza e impide avanzar. el querer cambiar las cosas para mejor, es lo que nos hace evolucionar en nuestras relaciones.si asumimos nuestro error y lo hablamos, y sin embargo, la otra persona continua dolida, no podemos hacer mas que dejarla hasta que se le pase y respetar su decision. es muy importante no convertiese en un acosador o una victima eterna, porque eso no es mas que un reflejo de que, en verdad, poco nos importa lo que el otro siente...

En las antiguas tradiciones

En las antiguas tradiciones y culturas se realizaban rituales de tal impacto que transformaban a las personas que los realizaban. Para ellas el ritual implicaba renacer a otro mundo. Es conocido el caso de los Chamanes que tienen que morir a su vida anterior, e iniciarse a través de rituales en su nueva vida.
Uno de los rituales misteriosos más importantes que se conoce en la historia es el de los Misterios Eulosinos.
Se los llamaba en Grecia "Misterios", para indicar una verdad oculta, que podía ser comunicada sólo a los iniciados, a los que se les imponía el silencio, para defender dicho conocimiento de las falsas interpretaciones.
Estos Misterios Eulosinos, se realizaban en la Ciudad de Eleusi, ubicada a 22 Km. de Atenas. Los participantes tenían una preparación previa de tres días. Consistía en meditaciones, rezos, actos de penitencia, y sacrificios luego de los cuales los iniciados estaban listos para recorrer, durante los restantes días, el camino hacia el supremo conocimiento. La duración total de "los Misterios" era de 9 días. Este tiempo les llevaba descubrir "el secreto".
La finalidad de estos Misterios Eulosinos era producir una vivencia de tal intensidad, que provocara una real transformación de la persona. Una experiencia que jamás podrían olvidar. Para ello se los ponía en contacto con las cosas sagradas y se buscaba que tuviesen una comunión con lo divino. Luego de participar en los Misterios Eulisinos el iniciado cambiaba radicalmente su modo de vivir y de pensar.
Para lograrlo se hacía pasar a los candidatos por tres etapas que reproducían el desarrollo de la vegetación: la muerte, representada por la noche, simbolizaba la oscuridad de la semilla en la tierra durante el invierno; el renacimiento representado por la espiga que nace de la semilla aparentemente muerta; y la cosecha del grano, representaba el vivir con un diverso conocimiento el mundo material. Por lo tanto, el iniciado tomando distancia de su forma mortal, podía entrever el principio que siempre renace en la naturaleza y en el Ser Humano.
Este tipo de muerte mística, como hemos visto, suele estar precedida por un trabajo que predispone, prepara y condiciona a la persona para dicha experiencia.
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