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ASTOR PIAZZOLLA, BANDONEÓN





Juan Yáñez                                    16.10.2010

                                    El pasado mes de septiembre oímos a Alisa Weilerstein en dos inolvidables  conciertos que nos subyugaron, especialmente el primero de ellos en el que interpretó piezas de Astor Piazzolla con una autenticidad Piazzolliana, digna de los mejores elogios. Todo ello está presente en la nota o entrada que antecede a ésta en este mismo Blog.  Ahora, a continuación y a modo de corolario se nos ocurrió seguir con la música y es precisamente con éste creador (Piazzolla) de especial importancia para la música contemporánea  quien nos acompañará con sus palabras en la nota.
                                         ***  ***  ***
PALABRAS DE ASTOR

El primer bandoneón que tuve.


  Del libro de Natalio Gorrín “Astor Piazzolla” a manera de memorias. Perfil Libros, ediciones de 1990 y 1998.



 Mi primera reacción fue de bronca. El tango era esa música que él escuchaba casi todas las noches cuando volvía del trabajo, y que a mi no me gustaba. Sé que le costó 19 dólares y que lo compró en uno de esos negocios de Nueva York donde se vendían cosas usadas. Nunca supimos a quién había pertenecido.
El niño vendedor de diarios es nada menos que
Astor Piazzolla, protagonizando con
Carlos Gardel en el film, "El día que me quieras"

Las primeras lecciones me las dio Andrés D´Aquila, un músico argentino que vivía en Nueva York, pianista, que tenía algunas nociones sobre el bandoneón. Fue algo primario, sólo me enseñó la ubicación de cada nota en el teclado. Hoy entiendo mi reacción de pibe: cuesta enamorarse del bandoneón. 

Las teclas están a un costado, es como un misterio, uno no las ve.En el piano el teclado está de frente, el violinista mira continuamente sus manos, lo mismo el contrabajista. El percusionista, pero en el fuelle apenas se ven los dedos.
Desde aquel regalo de mi papá hasta hoy pasaron muchas cosas en mi vida, y el bandoneón se convirtió en algo más que mi instrumento musical; a veces pienso que es mi psicoanalista: lo empiezo a tocar y largo todo. 
Jorge Luis Borges y Astor Piazzolla

Ese viaje interplanetario arranca aquella vez que descubrí a Bela Wilda, cuando me pega fuerte la música de Bach, que es lo primero que toco seriamente en el bandoneón. Fue él quien adaptó varias piezas clásicas para que pudiera tocarlas. Lo demás pasa por esa experiencia tanguera con Carlos Gardel y el descubrimiento del Sexteto de Elvino Vardaro.
Elvino Vardaro y su orquesta

 Yo ya tenía un Doble A que mi papá había comprado en la Casa Emilio Pitzer, en Buenos Aires.
Le costó 300 pesos y fue como pasar de un piano vertical a uno de cola. Ya me calentaba gozando el tango, el bandoneón. Fui lo que se dice un autodidacta.
Durante muchos años toqué sentado, como la gran mayoría de mis colegas, hasta que me convertí en solista. Ahí sentí la necesidad de buscar otra posición, que se adecuara más a mi personalidad. Sentado me daba la sensación de estar atado.

Me paré, clavé la pierna izquierda en el piso y acomodé el instrumento sobre la derecha. Desde entonces toco con mis tripas sobre el fuelle, si hasta creo que bailamos juntos: el bandoneón y yo.
Ánibal Troilo

A veces siento que estoy llorando mientras toco un solo, pero sin lágrimas en los ojos. Como le pasaba al Gordo Troilo tocando "El motivo". Eso se llama electricidad del artista.
El tango tuvo grandes bandoneonístas. Hay un estilo Mafia, un estilo Laurenz. Aquel era mas intimista; éste, más desbordante. El Gordo Troilo fue otra cosa, no era deslumbrante, pero sí un intérprete maravilloso, incomparable tocando dos notas.
Roberto De Filippo

En materia de técnica está Minotto, y el más grande de todos nosotros, aunque desconocido para el gran público porque un día se cansó del tango y se fue a tocar el oboe a la Orquesta del Teatro Colón: se llama Roberto Di Filippo.



En una primera línea no puede faltar Leopoldo Federico. En la generación posterior hay dos muy buenos: Dino Saluzzi y Néstor Marconi.

Yo soy distinto a todos. No digo mejor ni peor que Troilo o Federico. No. Lo que nadie tiene es mi touch. Quizá alguno me supere, pero como Piazzolla no puede tocar ninguno.

Pero yo no nací en un frasquito ni el sonido de mi bandoneón es una rareza del cielo. Todo está ligado, lo expreso con mi música. En el primer tema de la Suite Troileana, que se llama "Bandoneón", el Gordo está siempre a mi lado, por momentos toco como Piazzolla, y de a tratos como Troilo.
Piazzolla y Troilo
 Algo parecido ocurre en "Tristezas de un Doble A"; en la versión del Quinteto incluyo un solo de bandoneón que puede durar 10 o 15 minutos, según como me agarre. Ahí me voy de viaje y me llevo a Mafia, a Laurenz, a Di Filippo, a Federico, a Troilo, y tengo la sensación de estar tocando con ellos.
Lo peor que le puede ocurrir a un bandoneonísta es ser tímido. Los del gremio sabemos decir: tocan para adentro. Eso no sirve. No hay que tener miedo. Si uno se equivoca no importa.

Pedro Mafia



Varios muchachos, bandoneonístas, me vinieron a preguntar cuántas horas ensayaba por día, y creo que mi respuesta los desilusionó. Yo puedo estar hablando con varias personas y al mismo tiempo mi mente repasa partes del bandoneón. El cerebro humano lo permite.
Arthur Rubistein

Es posible hacer las dos cosas a la vez. Tahúr Rubinstein hacía lo mismo, no estudiaba como un loco. Yo saco el bandoneón de la caja 15 días antes del concierto, repaso todo y nada más. Eso me permite tener los dedos en buen estado. Es mi sistema. Otros quizá necesitan estar todo el día con el instrumento entre las manos.
Marca de fábrica de un "AA"

Cada bandoneón tiene su historia. La última vez que estuve en Brasil me vino a ver una señora que había quedado viuda poco tiempo atrás. El marido le había dejado cuatro bandoneones y me los venía a ofrecer. En ese lote sólo había uno que valía la pena: un Doble A increíblemente nuevo, con olor a fábrica. En este momento se están cotizando entre 1000 y 2000 dólares, depende del estado. Con ese que compré ahora tengo siete bandoneones, de los cuales cuatro son tocables. Tres están en Buenos Aires y uno lo tiene guardado mi amigo en París; hace de suplente en mis viajes a Europa.
Bandoneón AA (Alfred Arnold)

El bandoneón que me regalo Zita, la viuda del Gordo Troilo, no es tocable, por lo menos para mi. Es como el auto que maneja una tía a 40 km por hora. Cuando se acelera a fondo no responde. Lo mismo me pasa con el fuelle de Troilo, lo tengo que tocar suavemente. Y yo no acaricio nada. Mis dedos son una ametralladora. Las veces que lo toqué en público se pinchó a los dos minutos, y será así hasta el día del juicio final, está achanchado. 
Di Sarli, Troilo y Zita

Por supuesto, lo guardo como una reliquia. Hay dos instrumentos que no dejaría por nada del mundo: el primero que me regaló mi papá, que lo tiene en custodia uno de mis nietos, Daniel Astor, el que me salió baterista y rockero, y ese de Troilo. Yo hablo con los bandoneones. Por eso juro que una vez el fuelle del Gordo me dijo "¡Ay!" Creo que lo lastimé, por ahí le incrusté una tecla con el dedo.

 Es porque yo toco con violencia, mi bandoneón tiene que cantar y gritar. No concibo el color pastel en el tango. Yo hablo para que no se plante en medio de un concierto, y a veces lo fajo. Esos golpes que pego en la caja por lo general son parte de la música, un efecto de percusión, pero también va una piña cuando uno nota que algo falla. Es como esos misterios que tienen los aparatos de televisión, empiezan a andar mal, uno golpea el casco y se arreglan. Con los bandoneones pasa lo mismo, hasta que se rompen del todo. 

Con Gerry Mulligan.
Juntos grabaron el album Summit
Piazzolla y sus padres
Por suerte quedan un par de tanos, Romualdo y Fabián, en la calle Martín de Gainza al 1000, que todavía siguen reparando y afinando bandoneones.
En la argentina se vendieron unos 25000 bandoneones  Doble A, pero no todos tenían un nivel parejo. La serie del 20000 al 25000 es la mejor, tiene que ver con un buen momento de la fábrica, cuando los alemanes le habían tomado la mano. Era un trabajo artesanal, hoy en día es casi imposible pensar en algo parecido, porque tampoco hay un gran mercado comprador para instrumentos de es a calidad.
Calle Corrientes

 En una gira por Alemania vino a verme un señor Müller, bandoneonísta de una orquesta de tangos alemana, y me contó que él había trabajado en la empresa de la familia Arnoldo, donde se fabricaban los Doble A. La verdad es que ese nombre lo pusimos nosotros en la Argentina, porque en el fuelle decía simplemente "A-A", por Alfred Arnold, el fundador del establecimiento. Me contó que casi toda la producción antes de la Segunda Guerra Mundial tenía como destino la Argentina.
Afinando un "AA" en su fábrica en Alemania

 Después de la Segunda Guerra expropiaron la fábrica, había quedado del lado comunista, y ahí terminó todo. No por gusto de la familia, sino porque cuando intentaron reflotar la marca en la década del ´60 ya no había mucho mercado en el mundo, y menos en la Argentina.
Espero que dentro de 50 años el bandoneón no sea una pieza de museo. Para eso tendrían que nacer de nuevo un Laurenz, un Mafia, un Troilo. Yo no soy muy optimista pero tampoco pierdo la esperanza.





Agradecimientos
Texto: http://www.astorpiazzolla.org/piazzolla/PALABRAS/bandoneon.htm
Gráficas:
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