viernes, 6 de abril de 2007

Inteligencia emocional y pareja exitosa

Tradicionalmente se ha asociado el éxito de un individuo con su desarrollo intelectual, que suele referirse a los procesos de análisis y síntesis, procesos de asociaciones, memoria y otras variables relacionadas con lo que comúnmente se denomina "intelecto". Sin embargo en la práctica no necesariamente lo anterior es cierto; por el contrario, sujetos poseedores de buenos niveles intelectuales han tenido limitaciones para alcanzar puestos importantes de éxito en sus metas. Lo contrario también ha ocurrido. Es decir, personas que no se destacaron de una manera particular en el transcurso de los años de rendimiento académico o que simplemente no llegaron a cursar, logran obtener una vida de éxitos en las metas que se proponen.

Lo anterior nos lleva a pensar que es prioritaria la actuación eficaz de una persona ante situaciones nuevas que comprenden relaciones mutuas entre individuos y/o miembros de un grupo y es aquí cuando se introduce el término de Inteligencia Emocional que tiene que ver con el control y expresión exitosa de nuestros estados emocionales.

La alegría, el miedo, la rabia y la tristeza representan las emociones básicas del ser humano y están presentes en buena parte de nuestra vida, son infinitas las situaciones que tienen que ver con obtención de placer y evitación de situaciones de peligro y defensa de nuestros derechos y superación de pérdidas, en todas ellas y en otras muchas derivadas, la forma en que nos afectamos emocionalmente y en modo en que somos capaces de manejar nuestras emociones son fundamentales para la adaptación a nuestra propia esencia y a nuestro entorno ambiental.

Entre las distintas relaciones que mantenemos a lo largo de nuestra vida, no cabe duda que la relación de pareja juega un sitial de honor por todo el proyecto que implica su desarrollo y mantenimiento. Para la mayoría de las personas adultas, la meta de formar una pareja representa una de las prioridades más importantes.

No obstante lo anterior, el índice de divorcios ha aumentado de forma exorbitante hasta el punto en que estadísticamente llega a sobrepasar al 50% con respecto a las uniones. Se ofrecen al respecto diferentes teorías y explicaciones, pero lo cierto es que la gente sigue casándose y divorciándose, estableciendo relaciones de pareja para después separarse.

La pareja actual es bastante diferente a la de hace unas cuantas décadas porque el hombre y la mujer son igualmente distintos. Han evolucionado intelectualmente mas no necesariamente han obtenido el mismo éxito en lo que a afectividad se refiere. Se hace necesario entonces replantear estrategias conductuales de expresión comunicacional, para lograrlo. Sin duda habrá que romper viejos paradigmas de creencias, actitudes y valores que resultan obsoletos, pero no por ello debemos caer en otros que por ser novedosos, resultan igual e incluso más contraproducentes.

El proceso de relación de pareja se puede dividir en dos grandes fases. Una que denominamos "de conformación", en la que intervienen a su vez dos grandes variables: una relacionada con la atracción, la llamada "química", en la que intervienen cambios biológicos importantes, y la otra que se relaciona con la compatibilidad en la que intervienen factores de orden social y psicológico. En el equilibrio de ambas variables, atracción-compatibilidad, se incrementan las posibilidades de una buena conformación. Lamentablemente no siempre ocurre así. Muchas parejas se conforman solamente en función de la atracción sin medir consecuencias en cuanto a la compatibilidad de las propias características que habrán de traducirse en un proyecto común.

La segunda etapa de relación de pareja es la fase de mantenimiento y en teoría debería ser la más larga, aunque no siempre ocurre así. Se supone que no sólo la pulsión sexual es lo que garantiza su mantenimiento; por el contrario, es indispensable saber administrarla. Las conductas basadas en el respeto, la confianza y la capacidad de negociación son también parte fundamental. Digamos que la combinación entre "intimidad, la pasión y el compromiso" en un adecuado equilibrio, es lo que realmente permite un mantenimiento funcional.

Los principios de la Inteligencia Emocional son perfectamente factibles en cuanto a su aprendizaje, y cualquier persona independientemente de su inteligencia intelectual puede adquirirlos. Son herramientas para mejorar la calidad de vida y, en el caso que nos ocupa, hacer mucho más gratificante la vida en pareja.

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