viernes, diciembre 15, 2006

Los bailes de swing (I): El Jazz, música para bailar

Desde sus orígenes el jazz fué una música compuesta para disfruar de ella bailando. Es una consecuencia inevitable del fuerte componente rítmico de este tipo de música, elementos como la síncopa, el contratiempo y el swing.

Es difícil escuchar un tema de hot jazz sin seguir el ritmo con los piés, chascando los dedos, dando palmadas o sin balancear la cabeza. Es una reacción automática, inconsciente, un efecto hipnótico de la música; parece que los resortes del cuerpo adquieran vida propia y decidan moverse por sí solos, y si eres una persona de esqueleto ligero, muy pronto a los piés, los dedos, las palmas y la cabeza, les sigue el resto del cuerpo.

A medida que el jazz fué evolucionando durante el s.XX, sus bailes evolucionaron con él, adaptándose a los diferentes estilos según iban apareciendo, y a las circunstancias sociales del momento: Cakewalk, Texas Tommy, One-step, Two-step, Charleston, Blackbottom, Breakaway, Lindy-hop, Shag, Balboa, Boogie-woogie, Jitterbug, West Coast...

Todos ellos eran bailes populares, muchos se originaron en la calle entre adolescentes que competían entre sí por ver quien inventaba el paso más atrevido. Al principio no se enseñaban en las academias. Eso llegó mucho más tarde. Eran bailes de negros, bailes de ghetto. Sus movimientos exhuberantes y grotescos no eran aptos para un público de piel blanca, culto y refinado. El jazz era una música desordenada y vulgar que se tocaba en la calle y en los burdeles.

Sin embargo, no tardaron en romper las fronteras sociales cuando la juventud los hizo suyos y empezó a usarlos como seña de identidad, autoafirmación y forma de rebelión contra una moral social heredada, excesívamente estricta, pacata y encarcarada: Llegaron los locos años veinte.

La evolución de los bailes callejeros del jazz sigue viva hoy en día en estilos como el Break-dance, que también forma parte de la misma familia de bailes.

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