Tuesday, April 7, 2009

Budismo y Cristianismo


Por Greg Martin, Asesor Principal del Dept. de Estudio de SGI-USA (Tomado de Living Buddhism, febrero 2004, págs. 4 – 8) Enviado por Ariel Ricci (Brasil) Esta entrega comienza una nueva serie que enfocará en aclarar dudas frecuentes que surgen entre quienes propagan el Budismo Nichiren en occidente. Durante mucho tiempo, los miembros han buscado asistencia para contestar preguntas sobre la visión budista sobre Dios, Jesús, Satanás, el cielo, etc. Durante los próximos meses, enfocaremos en ofrecerles contestaciones directas. Al examinar desde la perspectiva budista palabras y significados fundamentales de la fe cristiana, esperamos que esta serie ayude a los miembros de la SGI a mejor transmitir el Budismo Nichiren a sus familiares y amistades cristianas. Esperamos también ayudar a los miembros con antecedentes culturales cristianos a comprender mejor el Budismo Nichiren, las similitudes y diferencias de este Budismo con el Cristianismo, e igualmente esperamos que el resultado sea un mejoramiento en la eficacia de la práctica budista. Además, deseamos tender puentes que ayuden a cristianos y no-miembros en general a comprender mejor y relacionarse amistosamente con el Budismo, y quizás para algunos facilitarles la transición hacia la práctica de Budismo. Sin embargo, antes de comenzar, quisiera brindar algunas explicaciones para dejar claro el contexto de nuestro examen. Primero, enfocaremos en lo que creemos son principios del Cristianismo generalmente aceptados, sin dejar de reconocer que dentro de la fe cristiana existe una gran diversidad de entendimientos. Dentro del alcance de esta serie, sería imposible examinar a plenitud todas las variaciones de la doctrina cristiana. Solicitamos la indulgencia del lector o lectora por las inevitables generalizaciones en cuanto a conceptos que obligatoriamente nuestro enfoque tiene que adoptar. Segundo, nuestra intención tampoco es asumir un enfoque de refutación ante el Cristianismo. No vemos la necesidad, ni el valor en tratar de socavar una tradición religiosa que tiene aceptación amplia y es de valor palpable. Al mismo tiempo, no podemos evitar la evidencia histórica de los aspectos menos nobles de esta tradición, aspectos que han dado lugar a la propagación violenta y la Inquisición, así como el uso de esta tradición como herramienta de colonización y subyugación. Finalmente, no asumimos una posición exclusivista – aquella de que el Budismo Nichiren es el único vehículo capaz de llevar a sus seguidores y seguidoras a los pináculos de la verdad y las costas de la felicidad. Mientras que ciertamente creemos que existe una única realidad máxima, reconocemos que las principales tradiciones religiosas, desde distintos niveles, también buscan y entienden esta verdad. Y lo que es más, la mayoría de las tradiciones religiosas comparten con el Budismo Nichiren la intención de llevar a los practicantes hacia esta verdad y hacia alcanzar la meta de lograr el desarrollo humano, así como establecer una comunidad armoniosa. Así que, mientras que no reclamamos ser los únicos poseedores de la verdad (de todos modos, ¿quién la puede poseer?), lo que más nos concierne es el grado en que la tradición religiosa pueda cumplir con lo que promete. En la realidad, ¿cuántas personas pueden trascender sus tendencias más oscuras y vivir según las doctrinas de lo que creen, para así convertirse en personas de carácter genuinamente digno, con intenciones sabias, y comportamiento compasivo? ¿Sirve una práctica religiosa en particular como vehículo mayor o como uno menor en ruta hacia lograr estas metas? Desde hace mucho tiempo, los budistas hemos discutido este punto con el uso de analogías tales como la de una balsa para cruzar el mar del sufrimiento, o como el de un vehículo para hacer el viaje hacia la iluminación. Por ejemplo, en vez de rechazar como falsas las enseñanzas de los ancianos en la fe, los Budistas del Majayana caracterizaban las prácticas de esos ancianos como las de “vehículo menor” que sólo podía llevar a unos pocos – monjes y monjas de mucha dedicación – hacia alcanzar la meta de la iluminación. En contraste, con el enfoque en desarrollar prácticas para monásticos, laicos y laicas, e igualmente con la intención de incluir a toda la gente en el viaje, la designación de “vehículo mayor”, o Majayana, se aplicó a las prácticas y enseñanzas posteriores. En este contexto, todas las religiones principales son vehículos; algunos malos, algunos buenos, y algunos mejores que los demás, pero vehículos al fin. Nosotros también creemos que no existe vehículo mayor que el Budismo de Nichiren Daishonin, el vehículo capaz de incluir en ese viaje a toda la gente, y no sólo a unos pocos. Para la mayoría de quienes aún no están familiarizados con el Budismo, la idea de que el viaje hacia la iluminación es algo que sólo unos pocos pueden hacer y que está reservado para santos y sabios se ha convertido en una creencia ampliamente aceptada. Esto sugiere que para la mayoría de la gente, la existencia misma de un gran vehículo para alcanzar la Budeidad y la felicidad absoluta es un concepto ajeno que no forma parte de la experiencia religiosa cotidiana. Sin embargo, actualmente en el Budismo Nichiren el vehículo para hacer este viaje está disponible para toda la gente, sin importar género sexual, raza, condición social, nivel educativo o económico, preferencia sexual, ni edad. Y así, con esto como telón de fondo, comencemos con examinar nuestra primera interrogante. ¿Creen en Dios los budistas Nichiren? Cómo conceptualicemos a Dios tiene gran peso en la contestación a esta pregunta. Una encuesta informa que el 99 por cien de los estadounidenses alega creer en Dios. Sin embargo, no obstante la amplitud de la religiosidad en los EEUU, la ascendente tasa de criminalidad, rampante adicción a narcóticos, epidemia de aflicciones mentales, y el reavivamiento de la pena capital - para sólo enumerar algunos síntomas - no son signos de una sociedad espiritualmente saludable. Por otra parte, los europeos reportan un creciente vacío - un hueco con forma de dios – dónde una vez en la conciencia humana existió Dios. Algo que también parece estar claro es que la concepción de Dios no es algo uniforme. Hay tantas versiones de Dios como gente que cree esas versiones, ya que el concepto de Dios nunca ha sido algo estático. Tal y como escribe Karen Armstrong en A History of God (Una historia de Dios): “Sin embargo, tal parece que crear dioses es algo que los seres humanos siempre han hecho. Cuando una idea de dios deja de funcionar, sencillamente se reemplaza. Estas ideas desaparecen tranquilamente y sin grandes fanfarrias, tal y como ocurrió con la idea del Dios del Firmamento. En nuestros tiempos actuales, mucha gente diría que el Dios adorado durante siglos por judíos, cristianos y musulmanes se ha tornado tan remoto como el Dios del Firmamento." Armstrong concluye como sigue: “Los seres humanos no pueden resistir el vacío y la desolación, y llenarán ese vacío con la creación de un nuevo foco para dar sentido a las cosas. Los ídolos del fundamentalismo no son buenos sustitutos para Dios. Si hemos de crear una vibrante nueva fe para el siglo 21, quizás deberíamos ponderar la historia de Dios para extraer algunas lecciones y alertas. Cuando a los budistas se nos pregunta si creemos en Dios, tendemos a contestar con nuestra propia pregunta: ¿A cuál Dios te refieres? ¿Se trata del Dios de Abraham, el Dios del Viejo Testamento? Este dios era un padre estricto, creador, protector y castigador, otorgador de leyes. Este dios también requirió a Abraham que sacrificara a su hijo, Isaac, y autorizó la conquista y matanza de miles de personas. ¿Se trata del Dios de Agustín, el Dios de la Iglesia Cristiana primitiva? Éste era el dios de la iglesia poderosa, heredera de los remanentes del imperio romano. Este Dios juzgaba a toda la humanidad, basado en el pecado original de Adán. La religión basada en este dios requiere que nos consideremos como fundamentalmente faltos y originalmente pecaminosos. ¿Se trata del Dios de Miguel Ángel, un dios personal, tal y como aparece pintado en el techado de la Capilla Sistina? Este concepto de Dios ayudó a desarrollar el humanismo liberal tan altamente valorado en Occidente. Se ajustó bien a una Europa que despertaba y se expandía. Este dios ama, juzga, castiga, ve, oye, crea y destruye, tal y como lo hacemos nosotros. Este dios inspira. Sin embargo, esto también podría significar un impedimento si presumimos que este dios quiere lo que nosotros queremos, y detesta lo que nosotros detestamos, lo que validaría nuestros prejuicios, en vez de alentarnos a trascenderlos. El hecho de que este Dios “personal” es varón (y usualmente de la raza blanca) ha creado profundos problemas existenciales tanto para las mujeres, como para quienes no sean de raza blanca. ¿Se trata del Dios omnipotente que algunos teólogos creen murió en Auschwitz? Para algunos y algunas, la idea de un Dios todo sapiente y todo poderoso es difícil de reconciliar con la maldad del Holocausto. Esto es así, ya que si Dios es verdaderamente omnipotente, éste pudo haber evitado esa desgracia. Y si no pudo evitarla, es impotente; y si la pudo evitar, pero optó por no hacerlo, no es compasivo. Igualmente, nuestro rápidamente expansivo conocimiento científico sobre el universo hace aparente que Dios ya no está “allá arriba”, ni “allá afuera”. En los cielos parece estar ausente la protectora, enjuiciadora, y cuidadora presencia divina, tal y como la concebía el mundo antiguo. Según John Shelby Spong, obispo episcopal y autor de Why Christianity Must Change or Die (Por qué el Cristianismo tiene que cambiar, o si no, perece), el resultado de esto es que decenas de millones de personas son “creyentes en el exilio” que han perdido contacto con estas imágenes de Dios, tal y como se enseñan desde los púlpitos tradicionales; sin embargo, esos mismos creyentes no están preparados para abandonar el concepto de Dios en su totalidad. Tal y como una serpiente muda la piel en el proceso de crecimiento, al presente ¿somos testigos del crecimiento de nuestra concepción colectiva de Dios, al dejar atrás la antigua, y para algunos, inadecuada noción que teníamos, mientras nace una nueva concepción que aún no está clara? Hay quien cree que, de hecho, en esta era pos-moderna una nueva visión de Dios está en proceso de emerger. Esta visión deja atrás las imágenes del teísta, histórico y externo Dios de las alturas, y las reemplaza con imágenes con profundidad interna de un dios que no está afuera, sino que es parte integral y fundamental de nosotros. Ésta es una perspectiva muy consistente con el concepto budista de la Ley Mística. Esta Ley Mística es la entidad o verdad máxima que impregna a todos los fenómenos en el universo, y no es un ser personificado. El ser humano y esta Ley máxima son supremamente inseparables – no existe brecha alguna entre los seres humanos (todos, sin excepción) y esta idea de Dios como una Ley Mística. Esta verdad eterna e inalterable que reside dentro de nosotros es la fuente dónde podemos obtener la sabiduría compasiva que concuerde con las circunstancias cambiantes, así como lograr la valentía y confianza para vivir de acuerdo a esa sabiduría. Es mística, y no mágica, ya que la totalidad de esta Ley está más allá de la concepción humana, y los esfuerzos por encajonarla en forma humana, por decir algo, tan sólo la restringe y la limita. Es una ley porque es manifiestamente verificable en las vidas cotidianas de cada ser humano individual. Esta realidad máxima, verdad máxima, pureza máxima, existe en las profundidades de cada ser humano. Por esto los budistas consideramos que toda persona es sagrada y está igualmente dotada con el potencial de alcanzar la iluminación y ser maravillosamente feliz. No hay tal cosa como nosotros acá y ellos allá, ni tampoco están los fieles y los impíos – todos somos hijos e hijas de Dios, entidades de la Ley Mística. Cuando otros miraron hacia los cielos, Buda miró hacia adentro y encontró la inestimable joya de la maravilla y el potencial humano. Reconoció que nosotros también estamos hechos de la “materia prima” divina de la que está hecho el universo. Sencillamente, olvidamos quiénes éramos. Así que, ¿creemos en Dios? Según la mayoría de las definiciones tradicionales, no. Pero en términos de cómo un creciente número de cristianos conceptualizan a Dios, sí creemos. Nuestro nombre para Dios es Nam-miojo-rengue-quió, la Ley Mística. Creemos que existe tanto “aquí dentro”, como “allá afuera”, y que esta luz interior puede brillar desde adentro cuando nos concienciamos de ella y le abrimos nuestro corazón por vía del acto de invocar Nam-miojo-rengue-quió. Ciertamente, habrá mucha gente para quien esta manera de comprender a Dios será inaceptable. Está bien. Pero también habrá muchos – y según un estudio esta cifra alcanza tanto como 25 por cien de todos los adultos en los EE UU – para quienes esto resonará. Gente que encontrará que realmente dejó de aceptar las versiones iniciales de Dios; que han comenzado a concebir el universo de forma diferente; y que el concepto de Dios como Ley Mística se equipara con el entendimiento que han alcanzado por cuenta propia. Descubrirán, tal y como lo pueden atestiguar la mayoría de los miembros de SGI-USA, que de manera muy precisa, en nuestro ser espiritual la Ley Mística puede llenar el hueco con forma de dios.

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