Especie:

Origen y Características:
Se trata de una especie muy vinculada a nuestro país, tanto cultural como paisajísticamente. Crece en forma de árbol y a veces arbustivamente, y su área de distribución engloba toda la franja mediterránea desde el nivel del mar hasta los 1.500 m de altura. Posee hojas persistentes, simples, alternas, provistas de un corto peciolo, ovaloblongas, con el borde entero o bien dentado, mucronadas; la cara superior es lisa, brillante y de color verde oscuro, mientras que la inferior es tomentosa, de color gris verdoso. Las flores son monoicas y los frutos tienen forma de aquenio (bellota), protegidos en parte por una cúpula semiesférica.

Su cultivo como bonsái resulta sencillo si se conoce bien la naturaleza de esta especie, siempre extremando precauciones cuando se realizan trabajos ante los que la encina es especialmente sensible.

Obtención:
La semilla germina con facilidad, pero debido a su lento crecimiento el tronco tarda muchos años en adquirir un aspecto atractivo, por lo que es un método de obtención poco recomendable para los aficionados al bonsái. No es habitual encontrar buen material en viveros, pero es una buena forma de conseguir plantones aceptables para comenzar a trabajarlos.

Insolación:
La encina es un árbol de exterior que debe situarse totalmente expuesto al sol y al frío

Temperatura:
La encina es un árbol de exterior que debe situarse totalmente expuesto al sol y al frío

Ventilación:
La encina es un árbol de exterior que debe situarse totalmente expuesto al sol y al frío

Maceta:

Limpieza:
Eliminar regularmente las partes muertas del árbol y del suelo, para evitar enfermedades y los parásitos. Rociar las hojas para limpiarlas y permitirles respirar.

Crecimiento:
El ritmo de crceimietno de la encina es muy lento.

Trasplantado:
El crecimiento de la encina es lento, por lo que se recomienda trasplantar cada tres años o más. El sistema radical de la encina es muy sensible debido a que sus raíces son finas y quebradizas, y su lento crecimiento le resta capacidad de recuperación. Por si fuera poco, todas las variedades quercus tienen micorriza, es decir, presentan una simbiosis con el micelio de un hongo determinado situado en la tierra.

Por tanto, a la hora de trasplantar:

- No deshacer todo el cepellón y conservar parte de la tierra antigua.

- No lavar las raíces con agua.

- Sujetar bien el árbol a la maceta en el trasplante con alambre para evitar que se mueva posteriormente.

- Si la poda de raíces ha sido fuerte debemos defoliar la encina.

- No exponer al sol después del trasplante. Mantener en sitio sombrío durante unos días.

- La época adecuada para trasplantar es el comienzo de la primavera, aunque hay autores que dicen realizarlo a principio del invierno con resultados satisfactorios.

- Evitar la realización de cualquier trasplante cuando el árbol no goce de buena salud, a no ser que la causa de ese estado fuese algún problema radicular.

- Esperar al menos dos o tres años antes de volver a trasplantar la encina.

Tierra:
La mezcla de tierras ha de ser porosa. Por ejemplo arena gruesa, tierra vegetal y akadama a partes iguales.

Poda:
La época más adecuada es aquella en la que el árbol presenta una menor actividad, es decir, durante el invierno. Deben cortarse los brotes más largos dejando tan solo dos hojas. Al hacer una poda fuerte tendremos la precaución de dejar algunas ramas finas para garantizar que no retire savia de algunas zonas.

Si el árbol está vigoroso podemos defoliarle en primavera.

Alambrado:
Las ramas jóvenes se doblan con facilidad, pero se puede dañar la corteza con el alambre, por lo que tendremos que proteger con rafia su superficie. Las ramas más viejas son ligeramente quebradizas y hay que extremar precauciones en su manipulación.

Riego:

Vaporización:

Abono:
Se abonará cada treinta días, desde finales de primavera hasta principios del verano, y un par de veces en otoño.

Estilos:

Parásitos y enfermedades:

Redactado por: © Arturo Miguel

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