Escrito por: Arancha (arantxxa@lettera.net)
Si, ya se lo que pensareis. Diréis que soy una antigua, una mujer de
las de antes, pero no tolero ni toleraré que mis tres hijas, por muy
mayores que se crean, a pesar de no tener la menor mas de 14 años, se
me subieran al “guindo” como suele decirse coloquialmente. Antes, me
ocupe de la mayor y a pesar de que supere los 19, no creo que no se lo
tuviera merecido una buena zurra; la castigue por irresponsable y por
encubridora. Si dejaba salir algún sábado que otro a las más pequeñas
con Aurora, la mayor, era porque pensaba que ésta última era lo
suficientemente responsable y mayorcita para cuidar de ellas; pero no
fue así. Con la promesa de llevarlas la cine, mis tres hijas salieron y
aunque preocupaba como cualquiera otra madre, estando como están los
tiempos de locos, confié en que irían a ver la última película de
Russell Crowne. Di a Aurora las llaves de mi coche- solo tenemos uno en
casa y soy divorciada- y se fueron tan contentas como vinieron. Alegres
pero no por la película en si, sino porque las dos pequeñas venían
borrachas. En cuanto abrieron la puerta lo supe.¡Menudo alboroto,
menudas risotadas!. Incluso me llamaron gorda sin venir a cuento porque
las interrumpí el paso para irse a sus cuartos. La mayor no había
bebido, pero en cuanto me acerque a recriminarla, percibí que olía a
colonia de tío que tiraba para atrás. Eso, y que llevaba la pintura de
los labios toda corrida. No me aguante y la di un buen sopapo. Ni se
inmuto. La ordene que nos esperara en la salita de estar y que yo me
llevaba a sus dos hermanas al lavabo, para introducirlas las cabezas en
el grifo de la ducha fría. Ella me miro y me obedeció. A las otras dos
las agarre por los pelos e hice lo que pensaba. Enseguida espabilaron,
pues seguramente su travesura no paso de tomarse dos chatos de vino,
pero era lo suficiente como para reprenderlas con dureza.
Regrese a la salita de estar y allí me esperaba Aurora. Sabían que estaba muy enfadada y que sus traseros lo iban a sentir, pues no era la primera vez ni sería la última que las propine una buena tunda. Sin rechistar, las ordene que se quitaran los pantalones y a Arancha la falda. Obedecieron sin rechistar. Sus ojos reflejaban temor. Las tres se quedaron en braguitas. Me senté en una de las sillas del cuarto de estar y cogí a Azucena, la más pequeña, del pelo y la tire sobre mis rodillas, Me molestaba su cazadora vaquera y se la quite. Con su camisetita de marca y en bragas comencé a azotarla. Al principio no lloraba, pero a medida que aumente la intensidad de la azotaína, comenzó a retorcerse . Sus hermanas miraban la escena con piedad, pues sabían que serian la siguientes. Al azotaína se prolongo por unos minutos, que a mi pequeña la parecerían horas. Pero no me importaba, debían de aprender un poco de disciplina. No la baje sus bragas rosas, pues sabia que estas no la estaban sirviendo de protección para la tunda que estaba recibiendo su culo. El pelo moreno en forma de bucle le caía a la cara, como sus lagrimas caían al suelo, resbalando o sus mejillas. Ahora cada azote escocia más y gruñía y pedía perdón, a la vez que gimoteaba. Tenia su trasero ardiendo cuando la dije que podía incorporarse. La rojez de su pompis se confundía con el color de su ropita interior. Era una buena zurra.
Con la mediana actué de la misma forma. Comencé suavemente hasta
que mi mano comenzó a acelerar. Arancha tenia el culito más grande que
su hermana y por ello tuve que repartir los azotes por más superficie.
Del bamboleo de su trasero al recibir los azotes, su braguitas blancas
salpicadas de arbolitos con frutas, se la iban metiendo por su culete y
parecía que la época de cosecha había llegado y yo, con la fuerza de
mis azotes, hacia que se le cayeran los frutos dibujados en su ropa
interior. Por lo tanto tampoco la quede con el culo al aire y seguí con
el castigo con sus bragas puestas. Me dolía la mano ya y pare. A pesar
de ser un poco más mayor que la más pequeña, Azucena, está lloro más.
Se levanto y sus ojos vidriosos me pidieron perdón, pero me dio igual.
La agarre por su pelo rubio y la puse junto a su hermana. La mano me
escocia, por lo cual elegí que azotaría a Aurora con el cinto de mi
pantalón vaquero. Cuando me le vio quitar palideció y aunque protesto
tímidamente, chito. Debía de ser más dura con ella para que diera
ejemplo a sus hermanas y así sería. La ordene que se quitara la blusa-
no seria que la fuera a estropear, pues cara me costo y en bragas-
bueno, más bien en medio tanga, pues ambos cachetes de su trasero
estaban casi al aire- y sujetador blanco, se quedo. La dije que se
tumbar boca abajo sobre los brazos del sillón del cuarto de estar.
Obedeció. No me lo pensé dos veces y empecé con 4 buenos zurriagazos.
Al principio gimoteaba y al cuarto berreaba, pero no me importaba y la
pegue tres cintazos mas. Me acerque a comprobar que estaban muy bien
dados. Ya había señales de sus marcas en su culo. De un tirón la baje
sus mini braguitas y la calenté el trasero con 30 correazos más. Allí
pare el castigo. Su culo estaba surcado por rayas de un color rojo muy
vivo y me pareció suficiente. Se que soy antigua, pero ¿que hubieran
hecho ustedes en mi lugar? Soy divorciada y si no hay un hombre que
ponga disciplina en esta casa, yo lo haré por los dos.