Mesoamérica desde la literatura

No es posible reconstruir a la perfección los modelos sociales y políticos que imperaron en épocas cuya distancia temporal, así como la desaparición en el tiempo del código, son tan remotas, que sólo nos queda, ante sus obras culturales, un vago recuerdo de nosotros mismos. El estudio de las culturas mesoamericanas todavía es incapaz de proponer una "Historia de Mesoamérica", en el sentido en el que tradicionalmente entendemos “el libro de historia”, como un lugar donde la historia es, en general y sobre todo, una anécdota con gran cantidad de datos y nombres que se ordenan dentro de una línea temporal que va del principio al final, del origen a la destrucción, del alfa al omega.


Los estudios de la epigrafía maya han permitido proponer un relato de la vida del mundo tal vez mal llamado mundo Maya, y estos relatos han ido modificando también el discurso explicatorio de los descubrimientos y avances arqueológicos en muy diversas regiones mesoamericanas; contradiciéndose entre sí y sustentándose en evidencias parciales, en discursos epigráficos que todavía tienen muchas lagunas simbólicas en su sistema. Sin embargo, no son parte de una Historia de Mesoamérica porque la línea del tiempo no se ha terminado de armar y ordenar correctamente; y porque quienes se ocupan de Mesoamérica en mayor medida son arqueólogos, antropólogos, etnólogos o historiadores del arte.

Como territorio de historiadores, Mesoamérica es tierra vírgen y fértil. El relato histórico todavía no tiene sus propias reglas; la necesidad de volver constantemente a los mitos y la tradición oral para redireccionar puntos de vista y enfoques descriptivos provenientes de los descubrimientos y avances en la arqueología y la epigrafía, así como los acercamientos, más que nada aproximativos, propone, además, que su discurso podría tener un carácter literario en el sentido de que en su construcción la especulación y la reconstrucción hipotética se asemeja más al proceso de creación literaria que al de un modelo explicativo estructuralmente teórico. Así, creo que la historia mesoamericana seguirá siendo, cuando menos mientras no se descifre por completo el código de su escritura (que es la estructura de su pensamiento) un relato más del mito, espacio donde el tiempo, percibido a través de los símbolos y las imágenes, es una paradoja, una diacronía inexplicable.

Una prueba de esto es el descubrimiento del friso de la subestructura II de Calakmul, realizada por el arqueólogo Ramón Carrasco y su equipo, en el que aparecen un conjunto de símbolos enmarcados en una composición artística cuyas líneas y estilos, cuyos símbolos, y considerando su datación en carbono 14 (390 antes de cristo aproximada), obligan a reconstruir el relato que ya se había hecho de Mesoamérica y de los Mayas pues las evidencias hacen retroceder en el tiempo las dataciones posteriores, así como cambiar geográficamente los epicentros claves del desarrollo de la cultura maya, lo mismo que las hipótesis y teorías respecto a quién influye a quienes. Esto sugiere el friso, cuya antigüedad hace que pensemos en Calakmul como un centro de poder que mucho antes de que Teotihuacan lo hiciera, irradiaba las mismas fuerzas y efluvios políticos y culturales, religiosos, que después "la ciudad donde está dios" movió por más amplias regiones en un impulso de, ahora podemos asegurar, regreso al origen.

En ese sentido, el friso de Calakmul es un descubrimiento que cambia el modelo de interpretación de mesoamérica y los mayas, su influencia temprana, evidentemente olmeca, afecta una amplia geopolítica y una extensa línea temporal; plantea también una revisión obligada de los estudios hechos de lugares como Izapa en Chiapas, el Baúl, o Kaminaljuyú en Guatemala, cuya filiación estilística de sus artes y la aparente convergencia mítica los acercan más entre sí que a Izapa con Teotihuacan. Además de las relaciones y las estructuras sociopolíticas que pudieron haber imperado en aquella época.
Esto viene al caso porque la preeminencia de Teotihuacan en ciertas regiones del sur podría ser distinta a la que hemos creído, así como un satélite de estructuras más poderosas como pudo haberlo sido Calakmul, que estaba en auge 200 años antes que Teotihuacan se convirtiera en lo que fue, de acuerdo con la ahora desvirtuada "historia" oficial.
En un sentido especulativo, el que Teotihuacan pudiera ser un satélite imperial que cobró su propia vida y poder, cambiaría también el sentido que en el mito expresado en el Popol Vuh tiene el que los pueblos sean enviados al sur para recibir sus valles y sus montañas. La guerra que hace Tullan contra las ciudades del sur (oriente) ¿es de reconquista? Si Calakmul fuera una de las fuentes importantes de irradiación, entonces la idea de Teotihuacan como origen ya no es tan sólida como hasta ahora, aunque también presente rasgos de haber sido gobernada por cuatro personajes, tener evidencias de una ciudad cosmopolita así como la parafernalia e iconografía del culto más importante, representado por Quetzalcóatl, etc.
Ahora se puede llegar a proponer hipótesis de esta naturaleza, el descubrimiento del friso lo facilita; aunque también –sin este tipo de evidencias– el problema ha sido la imposibilidad de entrelazar una concepción no convencional del tiempo histórico con un relato mítico que, aparentemente, no se liga con lo olmeca, ni en tiempo ni en geografía, pero que tiene todas las características básicas de lo olmeca (mito de creación, iconografía, juego de pelota, rituales, etc).

Cuando las fuentes indígenas hablan de los toltecas, de los artistas toltecas, se refieren a ellos como grandes creadores y finos artesanos, talladores que pueden estar refiriendose a los talleres escultóricos olmecas que han sido catalogados ya desde 1200 a.c. Así que cuando vemos la majetuosidad del arte olmeca y sobre sus imágenes montamos la descripción de los toltecas, vemos que, tal vez, los mitos que hemos fechado en el postclásico son en realidad momentos históricos de épocas más remotas que culturas como la palencana tomaron como modelo y origen y que el mito sustentado en una ciencia astronómica hizo prevalescer sobre la distendida línea del tiempo que atraviesa los horizontes culturales en los que arbitrariamente la academia ha dividido el mundo mesoamericano para tratar de explicar el modelo.

En relación con esto, investigadores como Román Piña Chan sugirieron que las corrientes migratorias y los flujos culturales venían del sur hacia el centro y el norte de Mesoamérica, proponiendo que las ciudad llamada Tulán estaba, posiblemente en la península de Yucatán. Sin embargo, esas intuiciones no tenían un marco referencial sólido y quedaron como hipótesis cuestionables que ahora cobran especial vigencia, en el marco de los nuevos descubrimientos que, como se ha dicho, pueden cambiar la idea de Mesoamérica.
En el contexto mesoamericano, los símbolos son los mismos. Ni el tiempo logra desdibujar la imagen de esos antiguos dioses que moraron entre los hombres para formarlos y prodigarlos. Entre el señor de las limas, escultura que data del … en la que está representada la cruz de san Andrés, y los jaguares de Ek Balam, ciudad maya del postclásico en el centro de la península yucateca, hay más de 1000 años. Pero, ¿será la misma cruz de san Andrés? ¿dirá lo mismo? ¿simbolizará lo mismo? Los mitos parecen decir que sí; aun cuando no tengan un mismo origen geográfico si comparten los mismos caminos, las rutas de comerciantes y militares, de pueblos que caminaron en busca de sus valles, de sus montañas, llevando consigo los símbolos de los formadores, de los creadores.

Este es el núcleo de estos ensayos con los que deseo sugerir unas líneas para esbozar una historia de Mesoamérica desde el punto de vista de la literatura como disciplina adjunta a la historia, en tanto que se ocupa de la condición metalingüística del discurso histórico, es decir de su relación directa con las formas y los métodos de la creación y la reflexión literaria.
Muchos autores se han ocupado ya de analizar exaustivamente el Popol Vuh, por lo que al final adjunto una bibliografía para quienes deseen profundizar y discutir a otro nivel asuntos relacionados con los textos mayas quiché; en este caso, sólo quiero proponer una lectura guiada por el libro como mapa de un territorio que todavía oculta muchos secretos y propone enigmas que tal vez sólo el tiempo y la apertura mental, la flexibilidad de una academia menos ortodoxa y más atenta de los ecos vivos de las culturas ancestrales pueda interpretar. Por lo pronto, los nuevos descubrimientos más que aclarar los misterios ocultos en las piedras, nos confirman sobre todo la miopía y el dogma que subyacen en las verdades a priori que la academia internacional ha mantenido para sostener una Idea del mundo maya que sólo sirve hoy a los intereses de una industria turística transnacional que pasa, como siempre, por encima de los pueblos que heredaron los territorios de estas magníficas civilizaciones que siguen hablando a través de las costumbres de los modernos habitantes de Tulán.